Veracruz ha sido considerado como un estado bendecido por la naturaleza, tocado por la mano de Dios; su riqueza pasa desde los hidrocarburos, minerales, recursos naturales y se distingue de otros estados por su historia llena de heroísmo y templanza. Sin embargo en Veracruz las ratas mandan; sus gobernantes se han se despachado con la cuchara grande, se han enriquecido a su antojo, se apoderan de lo que quieren y sólo tienen como límites los intereses y los botines de las otras ratas con las que finalmente se reparten sus atracos y delitos.
Sus 212 municipios son peleados por el crimen organizado, no sólo el del narcotráfico sino también por el de cuello blanco. Sin embargo, lo más triste es que nadie es llevado ante la justicia por estos atracos. Veracruz es el reino de la impunidad, donde el 98 por ciento de los delitos quedan sin castigo.
Los delincuentes se adueñan de la vida cotidiana, cobrando derechos de piso, de peaje y nadie, absolutamente nadie, dice y hace nada. La aplicación de la justicia en Veracruz camina con un tortuguismo para permitir la huida de los maleantes. Pareciera que el Gobierno Federal protegiera a los que son de esa condición.
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