Jorge Flores Martínez / La construcción democrática en México ha sido larga y muchas veces fastidiosa. Lentos avances, decepcionantes retrocesos y siempre la intención de unos pocos de hacer trampa y fraude. La democracia, sin embargo, ha resistido, hasta ahora.
Las instituciones modernas de vigilancia y control también son resultado de avances y retrocesos. Al gobernante no le gusta dar cuentas ni la transparencia de su gestión. Se sienten más cómodos en la oscuridad donde nadie vea nada.
Recuerdo en campaña en el 2018, López Obrador de candidato, sostenía que el mayor problema del país era la corrupción. Hablaba de barrer las escaleras de arriba para abajo, si los de arriba no eran corruptos, los de abajo dejarían de robar y cosas por el estilo.
Nunca habló de controles y vigilancia, no le interesaban, su estrategia era retórica y simple, barrer las escaleras de arriba para abajo. Lo mismo hizo en seguridad, Abrazos, no balazos o en salud, un sistema como el de Dinamarca.
Lo sorprendente no es que lo haya dicho, por supuesto que esa era la mejor postura política que podía tener como candidato, la ambigüedad total. Soluciones tan generales y superficiales que no es posible revisarlas, calificarlas o contrastarlas con otras propuestas. Nadie puede calificar o revisar cómo han barrido las escaleras u obtener el cociente de honestidad del de arriba para multiplicarlo por el múltiplo de la corrupción de los de abajo.
Lo sorprendente es que siga gobernando con tanta simpleza un país tan extraordinariamente complejo como México. La corrupción sigue, la opacidad es cada vez mayor y las fortunas que algunos privilegiados del régimen van acumulando sorprenderán en unos años a los más ilusos.
Acabar con la corrupción es extraordinariamente complejo en cualquier sociedad, no importa si son suecos, nigerianos o vietnamitas. No hay forma de construir una estrategia con valores morales donde los moralmente superiores vigilen al resto. Eso no funciona en ningún lugar, no hay forma de construir un sistema de control basado en la honorabilidad y la moral.
Se construyen controles con vigilancia, rendición de cuentas, transparencia gubernamental y acceso a la información, es decir, instituciones de corruptos que vigilen a otros corruptos y que a su vez, sean vigilados por otros corruptos. El tesoro mejor vigilado es el que se pone al cuidado de ladrones que se vigilan los unos a los otros. En pocas palabras, el control se basa en que nadie es honesto y la moral es un árbol que da moras.
¿Funciona? Si funciona y tenemos pruebas y evidencias que era efectivo. De no ser por controles y vigilancia nunca hubiera sido públicos los casos de: La casa Blanca de Peña, La estafa maestra, Javier Duarte y su licuadora, Los hijos de Martha Sahagún, la barda de Calderón, el desfalco de Oceanográfica, La estela de Luz, la Línea 12 del Metro de Ebrard, La casa Gris de Houston, los contratos de la nuera de AMLO con Pemex, las Casas de Bartlett y muchos, pero muchos casos más.
Vigilar al corrupto funciona, teníamos un problema en los procesos legales para que pagaran sus raterías, pero íbamos en el camino correcto. Unos ajustes y apretar más las tuercas, trasparentar
las gestiones de gobierno y evidenciar al corrupto, llevarlo a la justicia y destruir los lazos de impunidad y complicidad. Lo mismo hicieron los daneses o los suecos y les resultó.
Ahora vamos a construir un sistema de control y vigilancia a la mexicana, como nos gusta y acomoda, lleno de moralidad, moralistas y moralizadores. No se vigila la corrupción, solo se castiga la deslealtad y premia la obediencia.
Hay un supremo moral que vigila la moral de todos, él califica quién es corrupto y qué se puede denominar como corrupción. Tenemos así un sistema donde alguien como Bartlett es un prohombre honesto y moral, sobres llenos de dinero que ahora son aportaciones al movimiento, o desfalcos de miles de millones de pesos que no lo son, porque son buenos hombres que fueron engañados.
Ahora no hay corrupción, somos distintos, somos moralmente superiores.
Pero en lo que esto se define bien, acabemos con todos los controles y vigilancia.
Acabemos con el INAI.
Total, si no se sabe, no hay corrupción.
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