Luis Ortiz Ramírez / En mi adolescencia, por cierto, llena de malas decisiones, escuchaba mucho al cantante cubano Silvio Rodríguez, me aprendí casi todas sus canciones de memoria, algunas las relacionaba con experiencias en mi vida, algunas no las entendía, pero me hacían sentir enojo, ternura y a la vez, me inspiraban a ser mejor persona.
Muchas me gustaban, pero había una en especial, Óleo de una mujer con sombrero, esa canción me hacía imaginarme a la mujer amada, veía yo a la patria como una mujer que lucha por sacar a sus hijos adelante. Poco después me enteré que cuando Silvio Rodríguez interpretó a esa canción en 1970, el tema hacía referencia a un cuadro del pintor Marc Chagall.
Ese cuadro en realidad ha sido un misterio, en algunos casos lo relacionan con El ángel y el lector (1930). En este caso la mujer que representa el ángel y no lleva sombrero u otros creen que es Autorretrato (1968). En este cuadro reaparece la novia de “Los recién casados de la Torre Eiffel”, con su velo blanco, acompañada del ave de cresta roja. Lo interesante de esta interpretación es que la mujer misma es el sombrero de Chagall (un sombrero blanco adornado por una pluma roja).
Muchos años después, he sido mudo testigo, del poder e influencia que han logrado las mujeres no solo en mi país, sino en todo el planeta. Desde luego que nada les ha sido fortuito, ni nadie les ha regalado nada, su lucha en el campo laboral ha sido incansable, muchas han perdido la vida y otras han sido víctimas de acoso y maltrato laboral.
En mi entorno familiar, yo soy un hombre muy afortunado, durante mi vida he estado rodeado de grandes mujeres. Una de ella es mi madre Victoria, de ella aprendí que en la vida se pueden lograr los sueños siempre que se luche por ellos, le aprendí que la amistad es como el agua del arroyo, por eso hay que ser muy precavidos, en ocasiones es muy clara, pero regularmente en el fondo esconde muchas sorpresas.
De mi hermana Leonor, aprendí que se puede ayudar a los demás con generosidad, sin necesidad de tocar trompeta en las esquinas. De Juanita mi otra hermana, he aprendido que a pesar de tener todo en contra, se pueden alcanzar las metas con mucho sacrificio y entrega, le aprendí, que el éxito no se pregona, que este sirve para ayudar a los nuestros y a los demás.
De mi esposa Nercy, he aprendido que se puede perdonar sin guardar rencor, le he aprendido que se la felicidad se encuentra dentro de uno y no afuera. De mi bella cuñada Mónica, he aprendido, que se pude criar a los hijos con amor pleno y sincero, su hijo es su mayor éxito. También le he aprendido que se puede luchar contra todo, siempre que se agarre uno de la mano de Dios. Por eso, hoy después de varios otoños en mi vida, le doy gracias a mi Dios Jehová, por contar con mujeres, que han sido parte importante en mi vida.
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