Desde que era candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador hizo alianzas con los diferentes grupos magisteriales, no le importó que fueran antípodas como es caso de la CNTE y el SNTE. Muchos maestros, de manera ingenua, creyeron que, con la caída de la reforma educativa del sexenio anterior, los problemas que arrastran el magisterio y la calidad educativa se solucionarían. Hoy, después de tres años, los maestros pueden constatar que el organismo llamado USICAMM, quien vino a sustituir al INNE, es inoperante y no ha cumplido con el propósito para el que fue constituido.
Y es que varios especialistas en educación se han preguntado por qué el presidente no le ha prestado atención al tema de la educación en México. ¿Por qué la educación no se ha alzado en estos tres años como uno de los asuntos clave del mandato de López Obrador? ¿Por qué no se menciona con insistencia en las mañaneras, como sí se hace con la corrupción o la pobreza o la seguridad o los medios de comunicación?
Lo cierto es que el nuevo modelo educativo que quiere impulsar la SEP, donde pretende convertir en fases los grados escolares, deja mucho que desear. Las decisiones de restar recursos a las escuelas normales y eliminar las Escuelas de Tiempo Completo, para concentrar recursos en manos de los padres de familia, sólo abona el terreno para un clima de desilusión y descontento entre el magisterio. Por cierto, resulta curioso el ominoso silencio del SNTE.
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