Edgar Hernández* / A estas alturas del descrédito gubernamental ya no se sabe quién está peor, si Cuitláhuac o su jefe.
Ha sido tal la cascada de ataques en su contra, insultos, exigencias de apegarse a la ley, a la verdad misma, marchas de periodistas, abogados y la ciudadanía –hoy habrá una más en reclamo de respeto a la libertad de prensa y un alto a los asesinatos a periodistas- que sumada al repudio generalizado de los partidos políticos, legisladores y líderes de opinión, en otras circunstancias, ya hubiera pedido licencia.
Pero eso y más, le viene guango a Cuitláhuac García.
No le bastó que este fin de semana fuera colocado por las más acreditadas casas encuestadoras como el penúltimo entre los peores gobernadores del país, en el 31 de 32.
No le basta que los más influyentes líderes de opinión a nivel nacional no lo bajen de pendejo, ni que las barras y asociaciones de abogados lo pongan en ridículo al embarrarle en la cara que ni protegen delincuentes, ni apoyan la “Ley Garrote” y que sí se solidarizan con la reportera Sarah Landa, agredida y humillada por un abusivo inquisidor que vomita frustraciones por no saber llevar las riendas del poder.
Se pasa por los testículos o por donde normalmente están puestos, los reclamos de las organizaciones civiles, colectivos, de mujeres periodistas, de grupos feministas y de derechos humanos.
Le vale madre, asimismo, que le recuerden la pesadilla en la que ha sumido a Veracruz en 36 meses de gobierno… y lo que falta o que sea considerado como un abusivo de poder, necio y obstinado en no acatar el mandato de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de no derogar la Ley de Ultrajes a la Autoridad y llevarla a consulta pública con el vergonzoso apoyo del PRI del estado que encabeza Marlon Ramírez.
Apela al olvido cuando hay memoria, cuando por su comportamiento, para él ni para su grupo en el poder no caben ni el perdón ni el olvido.
Inicia una nueva semana y no se le ven ganas de salir al paso de los pendientes.
Prefiere irse a chapear o a tomar cerveza con tacos de tripa gorda que gobernar, o en su caso, como sucedió este fin de semana, ir a Palacio Nacional a “respaldar” a un desorbitado López Obrador quien no tolera que un periodista, Carlos Loret de Mola, le publique las raterías de su familia y los placeres mundanos del huevonazo de su hijo José Ramón.
Pobre Cuitláhuac, que lo único que tiene es poder, un poder que no sabe ni para qué sirve.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
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