Jorge Flores Martínez / Hablar de la impunidad en nuestro querido México no es nada sencillo, más bien, se trata de una terrible muestra del lado negado de nuestra tan querida idiosincrasia.
Ver a Emilio Lozoya cenando alegremente sin mayores preocupaciones en un restaurante de lujo en la Ciudad de México sin duda sorprendió a muchos. Algunos, entre los que yo me cuento, pensábamos que gozaba de su libertad en casa, con restricciones para ser visto en público, pero cómodamente en casita, y Otros, unos cuantos, cada día menos, simplemente negaron que algo así pudiera suceder en esta cuarta transformación, donde la corrupción y la impunidad se acabaron por decreto presidencial hace ya casi tres años.
Pasado los días, pensando un poco, pero nomás un poco, me asaltó una idea. ¿Y si esta aparición no fue casual, sino que perfectamente premeditada? El caso Lozoya ya no daba para más, no hay nada que sostenga a nada, simplemente nuestro amigo Emilio no tuvo la inteligencia de filmar una maravillosa videoteca como Ahumada. ¿Se acuerdan de Ahumada? Si López Obrador tuviera a su disposición cientos de vídeos de sus opositores recibiendo dinero de Lozoya, créanme, ya los hubiéramos visto hasta el cansancio.
Otra posibilidad es que, para que el caso de Lozoya sea sólido judicialmente, este tenga que involucrar a muchos que el presidente no desea involucrar. Podemos pensar en peces mucho más gordos que el mismo Lozoya. Solo se me ocurren dos: Peña Nieto y Luis Videgaray. No veo a López Obrador contra ellos, de verdad que no.
Otra, pues que, efectivamente, se trató de sobornos a legisladores, pero en esa lista de legisladores sobornados hay muchos que ahora son de Morena y pos así no es la jugada. La otra, es que no tenga nada y el show ya dio todo lo que tenía que dar. Alcanzó para lo que tenía que alcanzar.
Emilio Lozoya ya es una carga para el presidente, tiene que quitárselo de encima lo antes posible. Que mejor que en estos días que la Reforma Eléctrica está caliente y sacando chispas, sacar una foto que indigne al respetable, una periodista agraviada, un fiscal que nada más que pase todo le darán las gracias y todos bien indignadotes, el presidente se suma a la indignación nacional y todos contentos. Se finaliza con eso de que Lozoya debe pagar sus delitos y el Fiscal ya está viejo. Al final todos son prescindibles menos el presidente.
Lozoya servirá más como una advertencia a los diputados y senadores del PRI para que piensen mejor su voto en la contrarreforma eléctrica. Lo reciclarán como el “petate del muerto” para espantar a los diputados y senadores que tengan cola que les pisen, que son casi todos, para que se porten bien con la cuarta transformación.
El Presidente no sabrá de muchas cosas, podrá ser ignorante en otras, pero de que conoce al PRI desde sus entrañas lo conoce. Sabe que este partido ya cojea, está herido de muerte y ya lo olfateó, ahora solo falta que le dé su estocada final. Todo lo que vemos son los últimos momentos de vida del PRI.
Lo que se les ofrece a los legisladores del PRI desde Palacio Nacional es el perdón de sus pecados, recibirlos como el Hermano Pródigo que regresa a casa. Muchos son verdaderos delincuentes, saben que las deben y la oferta es muy tentadora, casi irresistible.
El PRI se partirá en dos, los que quieran regresar a casa y ser perdonados y los que se la van a jugar como oposición. Lo malo, es que el PRI no está diseñado para ser oposición, no se sienten cómodos, no les gusta ser y estar sin un líder que los oriente y dirija.
Los que regresen a casa y sean perdonados de sus pecados honrarán la máxima del sistema político nacional. La complicidad nos hará impunes.
Eso hicieron tantos que ya hasta parecen una secta.
¿O cómo creen que entraron a Morena personajes como Bartlett?
La impunidad es resultado de la complicidad.
Les aseguró una cosa, Lozoya le apostó a la complicidad para salir impune. Hasta el día de hoy, lo ha sido.
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