A quién se le ocurre clases presenciales a unas cuantas semanas de que termine el ciclo escolar 2020- 2021. Por si no lo saben, el mes de junio es el espacio de tiempo que toman los maestros para ayudar y regularizar a los alumnos de bajo aprovechamiento o que tengan asignaturas reprobadas. La gran mayoría del alumnado con un promedio aprobatorio prácticamente se quedan en sus casas. De modo que antes de determinar regresar a clase presenciales en un ambiente de incertidumbre y todavía de peligro, se deben analizar varios factores.
De entrada, muchas escuelas carecen de agua potable y muchas escuelas no cuentan con los recursos económicos para comparar gel o alcohol para sanitizar a los alumnos durante varias semanas. Además, aún quedan muchos padres de familia de mediana edad que aún no son vacunados y, desde luego, la población estudiantil no está vacunada.
Es cierto que el covid-19 no ha afectado tanto a los niños y adolescentes, sin embargo, el riesgo, aunque bajo, también está latente para ellos. Finalmente, la papa caliente quedará en manos de los padres de familia y de los maestros, muy a pesar de que las autoridades educativas de manera muy velada y soterrada quieran que los directivos conminen a los maestros a regresar de manera presencial a las aulas.
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