Arturo Reyes Isidoro / Eran la esperanza de que todo iba a cambiar en la forma de hacer política, de que atrás quedarían los vicios y las malas prácticas del PRI y del PAN, que habría honestidad, que se acabaría el abuso de poder, que habría transparencia y que se acabaría la corrupción, en fin, que con Morena por fin tendríamos el paraíso político con el que siempre hemos soñado los veracruzanos y que todavía seguimos esperando.
Pero, ¡ay!, han resultado lo mismo, más de lo mismo, o han salido peores.
Cuando los veracruzanos fueron a votar el 1 de julio de 2018 por el entonces nuevo partido político nacional y sus candidatos, lo hicieron con mucha esperanza, con la esperanza de que lo hacían para inaugurar una nueva etapa política para un nuevo Veracruz, por un cambio de sistema que sería ejemplar y que nos encauzaría hacia el modelo de sociedades democráticas altamente desarrolladas como son las de los países del primer mundo.
Todos renovamos la esperanza –me incluyo– de que por fin le llegaba la hora a Veracruz, la hora de un quiebre histórico del que saldríamos fortalecidos, y que incluso nos convertiríamos en un ejemplo para otros pueblos. Tengo que decir que hubo quienes, pocos, por cierto, me advirtieron que eran lo que ahora vamos viendo que son. Confieso que no les creí. El tiempo les ha dado la razón y lo reconozco.
El diputado local José Magdaleno Rosales Torres, acosado por fuego político de enemigos suyos, pero de su mismo partido, en venganza ha reaccionado encuerando a todo el sistema político morenista que hoy gobierna (es un decir) y ha dejado al descubierto la inmundicia del nepotismo y del abuso de poder de quienes dijeron que eran y serían diferentes. Hizo efectiva la advertencia de que si intentan acabar conmigo me los llevo entre las patas a todos, y lo ha cumplido.
El último capítulo de una larga historia de pleitos entre morenistas se inició el viernes pasado cuando, de acuerdo a su versión, desde el interior mismo de la Legislatura filtraron que su hijo José Luis Rosales Huesca cobra 15 mil pesos mensuales en el Congreso local como asistente personal suyo, un caso de abierto de nepotismo y abuso de poder.
Su reacción fue inusitada. Contraatacó denunciando que en toda la estructura del Gobierno del Estado, esto es, de la llamada Cuarta Transformación (4T), incluyendo el Poder Judicial, la Legislatura y los ayuntamientos, hijos, hermanos, esposas y esposos de los políticos de Morena están incluidos en nóminas y cobrando de los recursos públicos. Dijo que daría de baja a su vástago al cumplirse la próxima quincena, pero emplazó a todos los demás políticos de Morena a secundarlo, bajo la advertencia o amenaza de que si no lo hacen hará público los nombres de todos los funcionarios, magistrados y diputados que tienen a algún familiar en nómina, “porque hay mucha tela de dónde cortar”.
El hombre esgrimió el siguiente argumento para justificarse: “Estas prácticas las han venido haciendo muchos gobiernos, no es el único, muchos gobiernos lo han hecho con demasía. Yo lo que puedo decir es que voy a dar de baja a mi hijo, él está cobrando 15 mil pesos al mes, tiene primaria y es mayor de edad” (e-veracruz.mx). “Caí en el error, pero voy a poner el ejemplo”. Insistió en que puede sacar “muchos trapitos al sol”.
El presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo), Juan Javier Gómez Cazarín, declaró que no hay hermanos de legisladores en la nómina, que está en contra de que los familiares de los diputados cobren en el Congreso y se comprometió a hacer una revisión”. La reportera Isabel Ortega (encontacto.mx) publicó que en la nómina actualizada al 30 de junio aparecían cobrando Hiram Nabor Álvarez Pellico, hermano del diputado Augusto Nahum, con 15 mil pesos mensuales, y Jonathan Trujillo Ortiz, hermano de la diputada Ivonne, con 12 mil pesos mensuales.
Y cuando podría pensarse que ahí pararía todo, ayer nuevamente el diputado Rosales volvió a la carga: acusó al departamento de Comunicación Social de filtrar notas en su contra y de intentar cobrarle moches para publicar su información, pero volvió a su tema original: insistió en que hay diputados que tienen entre 15 y 20 familiares en la nómina, “tienen hasta sus papás cobrando”. Pus, pues, mucha pus.
Lo que llama la atención es que la denuncia no la hace ningún diputado del PAN, del PRI o de cualquier otro partido político de oposición, sino uno mismo de Morena, que conoce las entrañas del morenismo por dentro. Lo que extraña es que la Contraloría interna del Congreso permanece callada.
En política un dicho muy conocido y repetido es que la ropa sucia se lava en casa. Los de Morena no tienen reparos ni escrúpulos en airear sus calzones en el tendedero público y exhibir sus miserias. Ahora sí, entre más se pelean las comadres más salen las verdades. Lo suyo es pasto seco para el incendio que ya prepara la oposición de cara a las elecciones de junio próximo.
Y no hay autoridad política, ninguna en Veracruz, de Morena, que meta en orden a los suyos. Es fiel reflejo del desgobierno que se vive en el Estado.
Rosales pidió la renuncia de cuatro secretarios
En realidad, sus revelaciones y denuncias son secuela de un viejo pleito entre las tribus morenistas desde que inició la LXV Legislatura, cuando el diputado Rosales Torres se unió al grupo que encabezaba el diputado Amado Cruz Malpica, opuesto al del actual presidente de la Junta de Coordinación Política, Juan Javier Gómez Cazarín. Durante la primera sesión ordinaria, el 8 de noviembre de 2018, Morena presentó dos grupos legislativos. La división estaba marcada.
Ese mismo mes hizo señalamientos contra Gómez Cazarín y pidió la renuncia de los secretarios de Gobierno, Eric Cisneros, de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez, de Educación, Zenyazen García, y de Salud, Roberto Ramos Alor. Ello le valió que el 26 de noviembre fuera expulsado de su partido por la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia, expulsión que nunca se materializó.
Luego, el mismo Rosales, junto con otros dos compañeros, abandonó la bancada de Morena para formar la suya propia, aunque al final se arrepintió o lo arrepintieron y regresó al redil.
También, desde un inicio de la actual administración tuvo pleito con el secretario de Gobierno, Eric Cisneros, tanto que el 2 de diciembre de 2019, al rendir su primer informe de actividades, lo responsabilizó de cualquier cosa que le pasara. Dijo que no se iba a callar y que seguiría luchando para que la gente “levantara” la voz.
Por ahora, es un militante peligroso para el morenismo porque ya demostró que está decidido a todo y se advierte que le resulta difícil asimilar el golpe que le dieron a su hijo. Ya se vio que no le importa morir entre los escombros con tal de que se derrumbe todo el edificio.
Y pensar que esta era la esperanza de Veracruz. Los electores se han de estar muriendo de la urgencia de que llegue el 6 de junio para ir a votar de nuevo por ellos.
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