Antes de que iniciara la pandemia de coronavirus la aprobación de los mexicanos hacia el presidente ya venía a la baja. En diciembre de 2019 un 68 por ciento de los mexicanos seguían aprobando las acciones del gobierno de López Obrador. Por supuesto, eran 10 puntos menos que en marzo de 2019, mes en que el presidente gozaba de un 78 por ciento de aprobación; 8 de cada 10 mexicanos aprobaba este gobierno. Pero llegó la pandemia, el presidente mostró su lado más necio e irresponsable.
Prometieron un manejo de la enfermedad más óptimo que el de los países europeos, prometieron menos muertos que en España, prometieron domar la curva, prometieron y nada cumplieron. Fueron días de contradicciones en los que la política estuvo por encima de la salud de los mexicanos. «Salgan a las calles, a los restaurantes», decía el presidente; «El cubrebocas no es necesario», decía López-Gatell.
La economía se vino a pique, se pronostica una crisis como no se había visto desde 1932. Y ahora los escándalos de corrupción, pero no sólo los de Emilio Lozoya, si no además los de Pío López Obrador. Claro, en el informe nada de esto vendrá. El informe ya lo dio el presidente por adelantado cuando dijo: «En el peor momento, México cuenta con el mejor gobierno». Una descabellada falacia.
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