Arturo Reyes Isidoro / Cada vez queda más claro que no es cierto que la corrupción fuera un patrimonio exclusivo de los priistas. Hoy queda claro que nadie, de ningún partido, se salva.
Los tricolores se hicieron notar porque la corrupción es inherente al poder y a la condición humana, y ellos lo tuvieron por más de setenta años; tenían la cuchara grande y se sirvieron con ella. Estuvieron más tiempo expuestos al escaparate.
Mientras fueron oposición –como sucede con todas las oposiciones, incluida la de Morena– los panistas fueron críticos sistemáticos de tal práctica hasta que del 2000 al 2012 cayeron en el lodo tanto con Fox como con Calderón y se atascaron con él hasta la saciedad.
Desde 2003, con el entonces Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, se puso en claro que sus allegados (Bejarano, Ímaz, Ponce) también tenían las uñas y muy largas.
Si no estoy equivocado, si bien se sabía de actos de corrupción de priistas, fueron amloistas u obradoristas los que inauguraron en México la etapa de los videos de corruptos de izquierda recibiendo gruesos fajos de dinero.
En su conferencia mañanera de ayer, el presidente mencionó la soga en la casa del ahorcado. Se refirió a René Bejarano, su allegado, a quien una cámara pilló el 21 de abril de 2003 recibiendo billetes constantes y sonantes de manos de Carlos Ahumada.
Pero, ¡ay!, en lugar de decir que lo llenaba de vergüenza y condenar a la distancia ese hecho, ¡defendió e hizo víctima a su pupilo!, diciendo que a él le habían dado una exhibida no solo nacional sino internacional y que, en cambio, el de Lozoya no se había “difundido mucho”.
El video de Lozoya reconfirma que los panistas de hoy tiraron por el caño los ideales del fundador de su partido, Manuel Gómez Marín, y que no se resisten a los cañonazos de los que hablaba Álvaro Obregón, quien además se proclamaba como quien sería el presidente más honesto de México porque robaría solo con un brazo, ¡ya que le faltaba el otro! Su frase “nadie aguanta un cañonazo de 50,000 pesos” quedó para la historia.
¿Cuál, pues, de los partidos políticos se salva?
El 01 de octubre de 2019 Enrique Krauze publicó en la revista Letras Libres una “Breve historia de la corrupción”, artículo con el que rebatió el dicho de Enrique Peña Nieto de que la corrupción “era parte de la cultura mexicana”.
En su trabajo apunta que se dice que las raíces de la corrupción en México están en la época colonial. Refiere que, si bien el poder casi absoluto de los virreyes convirtió el ejercicio de los puestos públicos en un negocio privado, su enriquecimiento no estaba mal visto por la Corona.
Pero también recuerda que había el Juicio de Residencia por el que cuando los virreyes terminaban sus funciones o eran transferidos a otros reinos, se les arraigaba forzosamente para enfrentar y reparar los agravios que hubieran cometido a particulares o corporaciones.
Bien expone que desde entonces a la fecha ningún expresidente ha tenido que responder, “no se diga resarcir a la nación”, por sus faltas, robos o asesinatos. ¿Alguien lo duda?
Como nunca antes se habían dado las condiciones, López Obrador tiene en sus manos proceder contra Peña Nieto, pero extrañamente, porque se habla de un pacto, no se atreve a actuar y echa la pelota a los mexicanos diciendo que si lo deciden en una consulta lo hará, cuando él tiene las facultades legales para hacerlo. Se lava las manos.
Le interesa el escándalo para provecho de su partido, para explotarlo con propósitos electorales, pero no le interesa aplicar la ley. ¿Será porque tiene muy presente que los carniceros de hoy serán las reses de mañana?
El caso de Emilio Lozoya es ilustrativo: siendo un corruptazo, en lugar de enviarlo a la cárcel evitó que la pisara y lo envió a un hospital envuelto en pañales de seda y de ahí a su casa con tal de que involucrara y denunciara a sus enemigos políticos.
Con Krauze, ubiquémonos en el presente. Afirma que quizá la falla mayor, histórica e imperdonable, de la administración de Peña Nieto fue haber incurrido y alentado la corrupción, desde la presidencia hasta el último funcionario.
“El PRI no valoró el voto condicionado que le dio el ciudadano en 2012. El PRI lo traicionó. Peña Nieto llegó al extremo de proclamar que la corrupción era ‘parte de la cultura mexicana’. Los vergonzosos escándalos de corrupción en su sexenio sepultaron la faceta reformadora de su gestión, sepultaron al PRI, y podrían sepultar a la democracia”.
Por si alguien duda o difiere de lo que afirma el historiador, en Veracruz se tiene uno de los ejemplos más emblemáticos de lo que señala: el de Javier Duarte de Ochoa (la Suprema Corte de Justicia de la Nación se negó a atraer un juicio de amparo de su exesposa Karime Macías con lo que pretendía evitar una orden de detención con fines de extradición a México (a Veracruz) para responder por el señalamiento del desvío de 112 millones de pesos del erario estatal.
Contra la postura del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien le apuesta a la rectitud moral como el arma eficaz contra la corrupción, Krauze apunta que la historia nos muestra que se combate menos con rectitud moral y más con rendición de cuentas, separación de poderes, prensa libre y democracia.
¿Por qué partido apuesta entonces el ciudadano de cara a las elecciones dentro de nueve meses y días? Creo que más que por los partidos irá a votar por los ciudadanos más idóneos o por los menos malos, a los que más identifique o conozca y confíe en ellos, y en eso todos los partidos tendrán las mismas posibilidades de éxito si postulan candidatos aceptables.
Por muy bien intencionado que sea el presidente, la corrupción nunca se va a acabar o no en el corto plazo. Morena ya en el gobierno no se salva, como leemos o vemos y escuchamos en los medios todos los días las denuncias de casos concretos, con nombres y apellidos, pero no se actúa.
Y es igual en el gobierno federal que en el estatal, donde la asignación de contratos se hace por adjudicación directa y no por concurso, lo que propicia el pago de “favores”: si usted me lo da no me daré por mal servido, o sea, le daré su moche (según, ahora ya no es un “diezmo”, un 10 por ciento de “comisión”, sino un 40 por ciento y, además, en efectivo y por adelantado).
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