Ya lo habían advertido, que irían a las oficinas de los medios impresos que publicaron fotografías del cuerpo desollado de Íngrid Escamilla y lo cumplieron. El día viernes 14 de febrero, un grupo de feministas, de las llamadas “feminazis”, acudieron a las oficinas del periódico La Prensa para vandalizar e incendiar dos camiones de la empresa. Llegaron, como acostumbran, con el rostro cubierto, con sus palos, sus aerosoles, sus globos de pintura, vestidas de negro.
Incendiaron dos camiones, gritaron y exigieron una disculpa. No bastó con la disculpa que el mismo director de La Prensa publicara en la primera plana del diario el mismo día de las protestas. De hecho, el director Luis Carriles recibió a una comisión de mujeres en una reunión en la que ofreció disculpas y apoyo a su movimiento.
Quizá por ello La Prensa hizo un seguimiento completo de todas las actividades que realizó este grupo de 50 mujeres que volvieron a demostrar que para ellas la violencia está por encima de la razón. Vandalizaron monumentos históricos, golpearon a mujeres policías, quemaron camiones, todo se les permite con impunidad.
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