A Armando Ramírez sólo lo vi una vez en persona, iba llegando a la Escuela de Escritores de la Sogem, allá por 1999, escuela de la que fui becario en ese año. Entonces mi tocayo tenía 48 años, era más alto de lo que imaginé. Antes lo vi en los programas de Ricardo Rocha, con sus crónicas de la Ciudad de México; siendo que él era el cronista por antonomasia de Tepito. Ahí nació en 1951, y a los 20 años, apenas un chamaco, publicó la que sería su novela más emblemática, Chin Chin el teporocho. Una novela que se vendió como pan caliente en su época, pero que por supuesto no hizo rico al autor.
Por cierto, el diseño de las primeras ediciones traía el formato de la revista de nota roja “Alarma”, con una foto del autor a sus 20 años. En 1975 el director Gabriel Retes lleva la novela al cine; por cierto, en inglés el título fue «Chin Chin the drunken bum», nada que ver un borracho con un teporocho. Por supuesto, que su novela fuera llevada al cine tampoco hizo rico a Armando Ramírez.
Vale mencionar que Tepito es un lugar mítico, un barrio bipolar donde habita gente solidaria, luchona, bondadosa y sencilla. Pero también hay gente malvada, adoradores de la santa muerte, adictos, traficantes de drogas y teporochos. De ese barrio han salido grandes boxeadores, pintores. músicos y también escritores; cronistas de nuestra realidad y de nuestra irrealidad como lo fue Armando Ramírez, quien murió este miércoles 10 de julio a la edad de 68 años. Porque, como lo diría él, para morirse nada más hace falta estar vivo; pues qué tanto es tantito. Descansa en paz tocayo.
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