Algo debemos de hacer…

Jugar en lodo FOTO: WEB
- en Opinión

Édgar Landa Hernández* / Una pareja de jóvenes se ayuda a abrir una bolsa negra para poder guardar la basura que han juntado de un pequeño parquecito ubicado por la avenida Miguel Alemán.

Al parecer su encomienda es por el mero placer de sentirse útiles, generosos.

Todo a su alrededor está limpio. Han quitado los excesos de basura que en la mayoría de los casos los dejan taxistas que ven de ese lugar como un espacio de reposo y ahí comen y desayunan, olvidándose de recoger la basura que generan.

La labor es ardua después de un intenso calor que permaneció por espacio de varias horas sin que esto fuera impedimento para que los chicos continuaran con su loable y aplaudible labor.

Los jóvenes han terminado su misión.

Minutos después sacan un balón de fútbol e inician un breve descanso.

Juegan, disfrutan, se rebosan de la compañía, impregnan el sentir de una amistad inequívoca y sobre todo real. Sacian sus inquietudes. Charlan y después de varios minutos se dan un abrazo y junto con ellos se van los recuerdos, la comunión de poder hacer algo por su ciudad, sin importar si serán ovacionados o no por su entrega y espíritu de sencillez y humanidad. Uno de ellos se lleva la basura para depositarla donde corresponde.

Mientras tanto, del otro lado, una madre conmina al hijo que es hora de llevarlo a que juegue con sus amigos. ¡No de una forma natural!, donde se sienta la calidez de una amistad, esta vez lo hace de una forma virtual, desde su casa, sentado frente a un monitor. Porque hoy en día, algunos, por no decir la mayoría, los jóvenes prefieren tener amigos a distancia. A través de un video juego o una video llamada platican, juegan, pero sin tener ese roce de seres humanos, sin poder percibir o estrechar la mano del amigo, ahora es todo a través de botones y teclas.

Atrás quedan las tardes de reunión en donde a través de un chiflido, salían los amigos a jugar la cascarita, los amigos del barrio. Los que después de un intenso juego de pelota se refugiaban en un pedazo de tierra, se sentaban e iniciaban las charlas bajo el canto de los grillos y posteriormente iluminados por las luces de las luciérnagas, hasta ya entrada la noche, o hasta que el padre de alguno de ellos llamaba que era hora de guardarse.

Hoy los jóvenes no quieren empolvar sus tenis de marca, y qué decir de mojarse en los chorros de agua después de un gran chubasco. Hoy prefieren comer comida chatarra y sonreír ante un monitor que poco a poco los va absorbiendo olvidándose que allá afuera está todo un mundo extraordinario por conocer.

¡Para todos aquellos amigos que saben a qué me refiero, a mis amigos del barrio!

 

*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores A.C.*

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