Después de que se reportara que la presidenta Claudia Sheinbaum visitó el municipio de El Higo, Veracruz, acompañada solamente de su séquito y del Ejército, dónde por cierto fue bien recibida, sin abucheos y sin tanto reclamo a voz alzada, se especuló que para la presidenta era mejor «sola que mal acompañada». Y es que se dio cuenta de que la gobernadora de Veracruz no podía disimular su cara de desagrado cada que algún damnificado le reprochaba la poca ayuda que les estaba llegando. Y ya ni hablar de cuando algún reportero le hacía alguna pregunta incómoda como el detallito de no haber renovado el seguro contra desastres naturales que se venció a medio año.
El día viernes 17 de octubre, en su visita a Álamo, la presidenta Claudia Sheinbaum se vio acompañada de otra Rocío Nahle, una gobernadora que, no sabíamos, sabe sonreírle a la gente; es más, hasta abrazó a los veracruzanos y caminó al lado de ellos de muy buen humor. Es decir, «al mal tiempo buena cara», que tampoco es tan difícil, porque ayudar a la gente debería generar un gesto de contento y satisfacción en una persona generosa.
Pero la Rocío Nahle de la semana pasada no podía disimular su desagrado, se le veía harta de tanto reclamo, de tener que cubrir los errores de sus subalternos, de tener que justificar la ineptitud de un gobierno que no supo prevenir el desastre a pesar de las advertencias de Conagua. Vamos a ver cuánto le dura el buen ánimo, esperamos que sea sincera y que no sea sólo el compromiso de fingir cuando ande con la presidenta. Eso sería ser dos caras.
