Mi amiga leyó un artículo que publiqué en Notiver, en donde hablaba de la prisión injusta que ella estaba padeciendo, pero hablaba también de los muchos años de prisión que sufrió Nelson Mandela en la Isla de Robben. En los momentos de más desesperación Mandela recordaba de memoria el poema Invictus del poeta inglés William Ernest Henley que en su último párrafo dice: «Más allá de este lugar de ira y lágrimas, es inminente el Horror de la sombra/y sin embargo la amenaza de los años/me encuentra y me encontrará sin miedo./No importa cuán estrecha sea la puerta, cuán cargada de castigos la sentencia, soy el amo de mi destino: Soy el capitán de mi alma». Era un mensaje para mi amiga, un mensaje que no le habría de llegar, porque en la prisión de Tuxpan no llega el Notiver.
Pero don Hugo Gamboa fue el mensajero que entregó ese artículo que contenía palabras de aliento y un poema que le hizo recuperar la voluntad y la fortaleza. El día de ayer, domingo 13 de octubre, don Hugo Gamboa Naranjo murió. ¡Qué difícil conjugar el verbo morir! Por eso, yo prefiero decir que don Hugo Gamboa ya está en las manos de Dios, en su memoria. Entonces, llegado el momento, como dice la escritura, llegará «la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz (de Dios) y saldrán: los que hicieron cosas buenas, para una resurrección de vida». Este mismo Dios dará consuelo a los deudos. A sus hijos, Maryjose, Hugo y Tere les mando un afectuoso abrazo. Por cierto, la palabra “ángel” significa mensajero.

