Imaginemos la escena: el fin de semana pasado, Noroña aterriza en Torreón procedente de Toluca, fresco como lechuga orgánica, para “informar” en Piedras Negras y Ciudad Acuña. Seis horas de vuelo, más una pernoctación (porque, claro, los jets también facturan siestas), suman unos 14 mil dólares —o sea, 280 mil pesos, el doble de su salario mensual bruto de 131 mil, que ya incluye dieta y todo el teatro—. ¿Financiado con qué? ¿Su bolsillo de revolucionario incorruptible? ¿Donativos de los “pobres” que defiende?
Misterio shakesperiano, porque el senador, fiel a su estilo, no ha soltado prenda. Antes nos enteramos de su mansión de 12 millones en Tepoztlán, comprada a crédito con su sueldo de “servidor público”. ¿El decálogo de Morena contra banalidades? Pura poesía para los demás. Noroña, en cambio, nos regala esta lección irónica: la austeridad es para el vuelo de las masas; los líderes, como él, vuelan alto… y caro.

