Las inundaciones en la Ciudad de México persisten como un problema crónico que afecta a millones de habitantes, especialmente en alcaldías como Iztapalapa, Tláhuac, y Gustavo A. Madero. A pesar de que los gobiernos de izquierda, liderados por el PRD y Morena, han gobernado la capital desde 1997 —28 años consecutivos—, las soluciones integrales brillan por su ausencia, perpetuando el caos vial, pérdidas materiales y riesgos sanitarios cada temporada de lluvias. La ciudad, asentada sobre un antiguo lago, enfrenta desafíos estructurales agravados por el hundimiento del suelo, la acumulación de basura en drenajes y la falta de planificación urbana.
Críticos señalan que, a pesar de presupuestos millonarios —5,173 millones de pesos en 2023 para drenaje y saneamiento—, la ejecución es deficiente, con solo el 17.4% del presupuesto ejercido en algunos años. La priorización de proyectos emblemáticos y la falta de un plan integral para desentubar ríos, captar agua de lluvia o reubicar asentamientos en zonas de riesgo reflejan una gestión reactiva.
Mientras, la ciudadanía, como en Tláhuac, improvisa soluciones ante la inacción gubernamental. La jefa de Gobierno, Clara Brugada, insiste en que las lluvias son “atípicas”, pero expertos como Víctor Magaña de la UNAM subrayan que la crisis es resultado de décadas de negligencia en mantenimiento y planificación urbana. La Ciudad de México sigue atrapada en un ciclo de promesas incumplidas, mientras los “chilangos” enfrentan las consecuencias de un sistema colapsado.