El caso de Paolo Sánchez Carrasco, un adolescente de 14 años que perdió la vida en el volcán Iztaccíhuatl el 19 de julio de 2025, ha conmocionado a la sociedad mexicana y ha puesto en el centro del debate la seguridad en actividades de alta montaña, especialmente para menores de edad. Paolo, según se sabe, subió solo, sin el equipo adecuado. El adolescente subestimó las condiciones del lugar, pensando quizá que eso podría hacer más admirable su proeza. Ya había participado en otras actividades de senderismo, había participado en grupos de ascenso. La muerte de Paolo, atribuida a hipotermia tras un ascenso en solitario y sin equipo adecuado, revela una serie de fallos estructurales y personales que culminaron en un desenlace evitable.
El hecho de que el joven grabara un video para explicar la situación de riesgo por la que atravesaba es conmovedora y al mismo tiempo perturbadora. El joven, al parecer calmado, dice: «Resulta y resalta que aquí la noche se pasa en menos 2 grados y pues qué tiene de culer*, pues que no mam*s me voy a congelar, no traigo ni siquiera sleeping bag y ando muy lejos del refugio y el siguiente refugio que está, está allá pero para el otro lado de la montaña». Es perturbador darse cuenta de que el adolescente sabe lo que le espera y lo asume con resignación.
Todavía al final de su mensaje se atreve a bromear: «Entonces no te voy a mentir sí va a estar bien culer*, pero si todo sale bien… besos en el an* a todos». Dicen que el día que grabó ese video, ese mismo día murió. El caso de Paolo hace que surjan muchas preguntas: ¿Sabían los padres del menor la intención de éste de subir a la montaña? ¿Si alguien lo vio (que lo vieron solo) por qué no hicieron nada por disuadirlo de subir? ¿Por qué si lo vieron solo no lo acompañaron? ¿Acaso no hay vigilancia? ¿Cualquier menor de edad solo puede ir a escalar montañas en este país?
