Decía el escritor y periodista Mark Twain: «Nunca discutas con un idiota, te hará descender a su nivel y ahí te vencerá por experiencia». Es una sentencia a la que sólo los sagaces prestan atención, los inexpertos tienen que sufrir las consecuencias. Eso fue lo que le pasó al diputado federal Zenyazen Escobar, exsecretario de Educación de Veracruz en el sexenio de Cuitláhuac García.
El exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, y el diputado federal de Morena, Zenyazen Escobar, protagonizaron un enfrentamiento público en redes sociales, desencadenado por críticas a la remodelación del estadio Luis “Pirata” Fuente. Desde prisión, Duarte acusó a Escobar y a José Luis Lima Franco de realizar una obra deficiente, refiriéndose a ellos despectivamente como “Tontín y Tarzán” y señalando que la gobernadora Rocío Nahle tendría que corregir el “desastre”. Zenyazen Escobar trató de defender lo indefendible y respondió con dureza, calificando a Duarte como el “exgobernador más repudiado” de Veracruz, un “ladrón y saqueador” del erario público, y un “represor y delincuente” que no debería tener acceso a redes sociales desde la cárcel. El intercambio escaló con insultos personales, como Duarte llamando a Escobar “mayate” y este tachándolo de “sinvergüenza” y “ratero”.
Javier Duarte no es una blanca palomita y menos un preso político como se quiere hacer ver. Es un ladrón consumado, sentenciado y a punto de salir de la cárcel gracias a las prebendas que concedió a los morenistas. Enfrentarse a él en una discusión bizarra sólo nos igualaría a él, nos pondría a su nivel. Eso es lo que le pasó a Zenyazen Escobar, quien en adelante será tan corrupto, tan ladrón, tan mentiroso y cínico como el exgobernador; todo porque se puso a su nivel.
