Trescientos años olvidados

Olvidados
Trescientos años olvidados FOTO: WEB
- en Opinión

Jorge Flores Martínez / Cuando se habla de la arquitectura en México me queda la impresión que los trescientos años de la Nueva España quedan aparte, no la abordamos en una continuidad histórica que nos permita estudiarla y comprenderla plenamente.

Hablamos de las culturas mesoamericanas y su increíble arquitectura, en lo personal a mi me marcaron Teotihuacán y Uxmal, me parecen lo mejor que se hizo antes de la llegada de los españoles. Claro, solo es mi opinión.

De ahí pasamos de rápido los 300 años de la Nueva España, como no queriendo la cosa, las asumimos como algo ajeno que no es nuestro, para pasar a casi todo el siglo XIX con su muy escasa arquitectura y muy amplios desórdenes políticos que, como resultado, perdemos más de la mitad de nuestro territorio.

Seguimos al último cuarto del siglo XIX y la primera década del XX con el porfiriato y su extraordinaria y muy rica arquitectura, pero también, ese período nos es ajeno, le decimos afrancesado y porfirista como una forma de negarlo como nuestro.

Después viene el período revolucionario con su arquitectura nacionalista como instrumento para construir un nuevo relato de México, uno indígena y revolucionario. Esta arquitectura está presente en la arquitectura moderna siempre con el muralismo como elemento didáctico de la nueva reseña de la mexicanidad revolucionaria.

La revolución se acabó, el discurso perdió sentido y México decidió ser moderno. Se construye en unos pocos años un país de rascacielos y obras enormes, nuestras principales ciudades se transforman por completo, ahora son gigantes de acero y vidrio los que definen nuestra arquitectura.

Pero todo acaba, ahora estamos construyendo un nuevo relato, un México que no quiere la modernidad norteamericana, busca el acercamiento con nuestros hermanos latinoamericanos, con los pueblos con los que compartimos el idioma, cultura y herencia hispana.

Siempre he tenido la sospecha que México no es bienvenido con nuestros amigos del sur, somos muy ajenos a su realidad política y económica. Nuestra sociedad mantiene vínculos muy estrechos al norte, es poco lo que nos hace ver a nuestros vecinos del sur.

Pero regreso al tema que quiero hablar, el olvido de nuestro período hispano. Son trescientos años de una riqueza cultural que no la hemos repetido, de alguna forma la Nueva España era el centro del mundo, su oro y plata eran patrón mundial, la mayor ruta comercial tenía como paso obligado nuestro país.

Esa riqueza tiene como resultado el Barroco Mexicano, sin la menor duda, una de las mayores aportaciones de nuestro país al mundo. No se construyó una catedral, fueron decenas de riquísimas catedrales, conventos, monasterios, universidades, obras civiles. Todavía hoy hay necios que se preguntan dónde está el oro que sacaron los españoles, como si construir todo un país fuera cosa de centavos.

Prácticamente en esos trescientos años construimos la idea de México, caso curioso en el mundo, porque la mexicanidad es anterior al país mismo. Levantamos cientos de ciudades con su iglesia, palacio, parque y portales, la imagen de un país que aún el día de hoy reconocemos y nos enorgullece como nuestra cultura mexicana barroca, sofisticada y complejísima.

Tenemos la mejor gastronomía del continente, contamos con la mejor arquitectura de todo el hemisferio, la más increíble pintura y la mejor poeta. Aún hoy nos maravillamos con nuestras ciudades que les decimos “coloniales”, como la Ciudad de México, Puebla, Querétaro, Zacatecas, Oaxaca y las que quieran.

Pero son trescientos años de nuestra historia que nos parecen ajenas, no soportamos nuestra herencia hispana. Algo parecido debe sucederle a nuestros hermanos del sur del continente, sabemos que algo nos une a todos, pero cuando caemos en cuenta que es nuestra herencia hispana la repudiamos.

Pero no se atormenten, en estas vacaciones vayan a uno de nuestros increíbles pueblos mágicos o de nuestras bellas ciudades “coloniales”.

Es seguro que se maravillen de dos cosas, los sorprendentes centros arqueológicos que tenemos o de nuestra arquitectura novohispana.

Todo lo demás solo son apuntes al margen en nuestra historia milenaria.

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