A estas alturas el secretario de Seguridad federal, Omar García Harfuch, debe estar pensando que sobre la incautación de la mini refinería que operaba clandestinamente en Coatzacoalcos, debió ser más discreto y prudente. Le ganó la jaria a García Harfuch, quien quiso presumir un gran golpe contra el huachicol, una batalla en México que no sólo se encuentra perdida, sino que las mismas autoridades le han entrado al negocio. Lo único que consiguió García Harfuch fue que los mexicanos voltearan hacia Dos Bocas, hacia la refinería Olmeca que ya cobra una factura de 18 mil millones de dólares, el doble de lo presupuestado originalmente; una refinería, por cierto, que sigue sin operar. Gonzalo Monroy, consultor energético, estima que la refinería no alcanzará una operación estable al 90-95% de su capacidad (340,000 barriles diarios) hasta el tercer trimestre de 2027, mucho después de las proyecciones oficiales que apuntan a 2025 o 2026.
Monroy señala problemas logísticos, como la falta de infraestructura adecuada para el transporte de combustibles y suministro de gas natural, además de fallas técnicas en plantas clave como la coquizadora y la hidrodesulfuradora. Reportes no oficiales indican que, en marzo de 2025, Dos Bocas procesó 102,938 barriles diarios de crudo (30% de su capacidad) y produjo 50,702 barriles de petrolíferos, principalmente diésel de ultra bajo azufre, con muy poca gasolina.
Expertos como Ramsés Pech destacan que la refinería no opera según su diseño, ya que solo produce un 2% de gasolina por barril procesado, frente al 50% esperado, lo que sugiere que muchas plantas aún están en pruebas o no funcionan correctamente. Es decir, el descubrimiento de la mini refinería clandestina sólo nos hizo recordar un proyecto emblemático que, hasta que no opere al 100 por ciento, seguirá siendo un fracaso; un fracaso muy costoso.