Cualquier movimiento extraño, cualquier entrenamiento de tiro con armas de grueso calibre podría haberse escuchado en la noche o en el día. Por supuesto que la policía municipal de Teuchitlán estaba al tanto de lo que en ese rancho ocurría; tal vez no imaginaban la dimensión del horror que vivieron los jóvenes, pero sabían que ahí operaba un campo de entrenamiento. De hecho, las autoridades estatales acudieron en el mes de septiembre a ese rancho y aseguraron que no encontraron nada sospechoso.
Dice al respecto el fiscal de la nación: «Había habido una serie de operaciones en los alrededores, era un tema que era francamente conocido, entonces nosotros tenemos que dar un informe muy preciso de cuáles son los antecedentes, quiénes son los que estaban protegiendo esa área, quiénes son los propietarios y usuarios de esos inmuebles». Se debe dar no sólo con los asesinos, sino con los que permitieron tanto horror.

