Dice el congregador: «¿Qué gana una persona con todo su duro trabajo, en el que tanto se esfuerza bajo el sol?». Todos los afanes del presidente Donald Trump pasarán, él también pasará. Sólo quedarán las cicatrices del daño que está causando a las comunidades hispanas, LGBT+ y otras. Si acaso ganará el desprecio del mundo entero. Su arrogancia y soberbia llenarían el Golfo de México, al que él llama “Golfo de América”. ¿Qué nos quita si lo llama “Golfo de América”? ¿Qué nos quita si un día él se quiere cambiar el nombre por el de “Capitán América”?
El cambio de nombre no le podrá quitar lo despreciable. ¿Acaso Hitler prevaleció? ¿Acaso Pinochet fue consagrado en su patria? ¿Acaso Mussolini amó la soga que sostuvo su cuello? ¿Acaso Gadafi se aprendió el nombre de las ratas que lo visitaban en su escondite?
Todo es vanidad, «Una generación se va y una generación viene, pero la tierra permanecerá para siempre», sólo el hombre impío perecerá, será olvidado. Remata el Eclesiastés: «Nadie se acuerda de la gente de tiempos antiguos ni se acordará nadie de los que vengan después; de estos tampoco se acordarán los que vengan aún más tarde». Todo es vanidad.
