Mussio Cárdenas Arellano / Como veleta, Rocío Nahle da bandazos cuando su gobierno aún no termina de nacer, cuando los derroches de su ex amigo, Juan Javier Gómez Cazarín, sacuden al Congreso y el hedor asquea y la pus brota por doquier.
A su estilo, como la dinamitera que es, prende todos los fuegos que su imaginación le aconseja y luego no halla bomberos que la ayuden a sofocar.
Tras el tiro en el Congreso por las tablets millonarias, la química exhibe que eso llamado control político no se le da.
Gómez Cazarín, alias Tokyo Ratón, no está calando al maestro Esteban Bautista, líder del Congreso, sino desafiando a la zacatecana en funciones de gobernadora de Veracruz.
Juan Javier fue el todopoderoso en lo bueno y en lo malo, más malo que bueno, usando a la Legislatura para sus trastupijes y los trastupijes de su banda, acalambrando alcaldes de oposición y hasta a los de Morena, a unos amagando con encarcelarlos y a los morenistas obligándolos a entregarle las obras a constructoras de su pull.
Así que el Congreso fue el botín. Y Gómez Cazarín, el líder rapaz.
Hoy brotan los negocios, el manejo discrecional del dinero, los contratos millonarios por asuntos de ínfima importancia, los foros sobre indigenismo y afromexicanismo, el de servicios de limpieza de la Legislatura, el de las piernas de cerdo para el personal en días de Navidad. Y fue tanta la felpa que al ex mandamás de la Junta de Coordinación Política del Congreso de Veracruz en tiempos de su amigo y cómplice, Cuitláhuac García Jiménez, el desgobernador, se le aflojó la lengua, la memoria y la deslealtad.
No aguantó la paliza y se dio el choque. Esteban Bautista, diputado por Cosoleacaque, de extracción indígena, coordinador de la fracción morenista, ventiló el sobreprecio en los equipos vendidos por la firma Policontenidos Kapitel al Congreso de Veracruz: 7 millones de pesos por 60 tablets (aunque el sistema, soporte y mantenimiento por tres años se acercan a lo que cualquier empresa cobraría).
“No seremos cómplices de nadie”, sentenció el líder cameral.
Y fue entonces que Gómez Cazarín, alias “El Carón”, se lanzó al ruedo. Dijo que la licitación fue pública y que la suscribió el secretario general del Congreso, el ex panista y ex duartista, Domingo Bahena Corbalá.
Bahena, que acababa de ser ratificado en la Secretaría General, lo negó. Y horas después se difundió el contrato con su firma.
Y Rocío Nahle expectante. La gobernadora, convidada de piedra. La trifulca en alta y la zacatecana en otra dimensión.
Vino a resollar a destiempo, cuando las escaramuzas sacudían a Veracruz, haciendo evidente que no tiene control político.
Su falta de oficio quedó plasmado en dos declaraciones:
“Los dos funcionarios son actores importantes ante la representación del pueblo veracruzano y deben comportarse los dos. Yo voy a hablar con ellos porque cualquier diferencia la deben de dirimir directamente entre ellos.
“Y es mi deber conducir la política interna en Veracruz y tener gobernanza. Sí es lamentable, pero es parte de lo que debo hacer yo, no de intervenir, sino de ordenar”.
¿No intervenir pero sí ordenar?
Nahle está perdida, extraviada, a una galaxia de la realidad. Quien ejerce el gobierno no tiene que lamentarse sino evitar la estridencia. Dice que no debe intervenir sino ordenar. Un absurdo.
Quien ejerce el poder, no se deja rebasar. Quien tiene el poder, no permite que dos subalternos diriman en público sus conflictos, ni subirse al ring teniendo a la gobernadora en ring side… a menos que sea Nahle quien dio línea para crucificar a Gómez Cazarín.
Ni en el alemanismo, donde el poder lo ejercieron Alejandro Montano y Roberto López Delfín desde las secretarías de Seguridad y la particular del ex gobernador Miguel Alemán Velasco, se vieron choques entre mandos medios.
Todos –Hernández Ochoa, Acosta Lagunes, Gutiérrez Barrios, Dante Delgado, Chirinos-Yunes, Alemán, Fidel, Duarte, Yunes– dictaban la línea. Ninguna discrepancia se ventilaba en público. Todos mantenían el control político.
Nadie abría la boca, insinuaba, acusaba, si no tenía la venia del gobernador. Seguían las reglas no escritas del sistema, el manual político, el guión. Nadie provocaba estridencia, sabedores del precio que tendrían que pagar. Así es el poder.
Rocío Nahle, en cambio, es como Claudia Sheinbaum. Risa y risa, rollo y rollo y en la granja se muerden y se destripan, aireando la ropa sucia, acusando corrupción, “negocitos añejos”, desvío de recursos, tráfico de influencias, sobreprecios, ratería y media. O sea, Morena en su jugo, la Cuarta Putrefacción.
A la semana le cae el 20 a la gobernadora. Cuando ya el traka-traka sacudió a Veracruz, Nahle despierta. Pero el daño ya golpeó.
Decía la gobernadora zacatecana de Veracruz que no intervendría en el affair Bautista-Gómez Cazarín, sólo pondría orden. Pues tuvo que ir a sofocar el incendio, a parar el espectáculo que tan divertidos tiene a los veracruzanos, exhibiendo que un símbolo de Morena, Tokyo Ratón, su antiguo aliado, hizo del Congreso estatal un “negocito” no muy añejo pero negociazo al fin.
No iba a intervenir pero cuando vio el fuego amagando incendiar la parcela, Nahle tuvo que actuar.
La fotografía de Rocío Nahle con el acusador y el acusado a sus costados es bíblica. La Trinidad guinda después del diluvio como si el torrencial de lodo hallado por el maestro Esteban Bautista en el Congreso, y del que es responsable su antecesor, no exhibiera el potencial de Morena para delinquir. O como si Santa Madre guinda ya hubiera redimido al pecador.
Sonrían todos. Y Nahle los hace sonreír. La foto no deja zanjado el conflicto. Lo que Esteban Bautista denunció son actos de corrupción y si Nahle los deja pasar, parafraseando a la lideresa de Morena, Luisa María Alcalde, sería complicidad.
La reunión es semejante a Sheinbaum con Adán Augusto López Hernández y Ricardo Monreal Ávila. No le importa si uno acusa al otro de corrupción; le inquieta que Morena cruja por dentro, que se evidencie la capacidad de un morenista como Gómez Cazarín para delinquir y le puede que el costo político lo pague Morena.
La ignorancia política es evidente. La rebasan sus súbditos, se dan y se acusan, el “caiga quien caiga”, el “yo no firmé”, y la química reacciona a destiempo cuando el hedor apesta y la pus brota por doquier.
El control político brilla por su ausencia.
Metadato
Ni Jesús revivió tantos muertos como Gersaín Hidalgo Cruz. Jesús tiene almas redimidas pero Gersaín tiene muertos vivientes en las filas del Sindicato Único de Empleados Municipales de Coatzacoalcos. Actas de defunción en mano, se ha acreditado que a las asambleas acuden muertos. Los integrantes de la directiva del SUEM los ven votar. Y así lo declaran en tribunales. Esos muertos que ven ahí gozan de cabal salud. Y hoy se sabe que son cientos de empleados municipales fallecidos los que aún permanecen en el padrón de afiliados del SUEM. Eso y las tres familias oficiales, con sus respectivas comadres y compadres, hacen de Gersaín Hidalgo, el celestino de Mili Chagra, un caso para Netflix. Por cierto, tiene un pendiente millonario con Beto Chagra por un rancho. Ni en Walking Dead los muertos son tan cruciales; ni en El Padrino hay un líder mafioso tan rapaz… Con justa razón, Mauricio Audirac ha de decir que Duarte robó más. Y sí, robó mucho más. Condenado a 11 años de prisión, el ex secretario de Finanzas de Veracruz paga las consecuencias de haber sido actor y testigo del saqueo. Había librado la denuncia por desvío de 2 mil 300 millones de pesos, por la que fue detenido en Puebla, en 2017. Tras dos años de juicio, obtuvo sentencia a su favor. En 2021 le ejecutaron una nueva orden de aprehensión, abuso de autoridad, peculado, tráfico de influencias e incumplimiento del deber legal, esta vez por 568.9 millones de pesos. El juicio lo pudo llevar en libertad. Audirac ordenó transferir recursos a una cuenta del gobierno pero no reintegró lo que correspondía al Régimen Estatal de Protección en Salud. Y mientras Audirac Murillo se va a tener que pasar 11 años seis meses en prisión, su jefe, Javier Duarte de Ochoa, el ex gobernador de Veracruz, ya pronto cumplirá su sentencia de nueve años y con la venia del obradorismo, con el que pactó en 2016, logrará su libertad… A contrapelo de sus enemigos, Lorena Martínez tiene ya la lectura del caos y los excesos de Bulmaro Salazar en el Itesco. Lleva dos semanas en la dirección de la institución y va cuadrando lo que fue la gestión de su antecesor. Va desentrañando el misterio, cada movimiento de Bulmaro, cada gestión, cada contrato. A Bulmaro Salazar lo tiene en la mira el Órgano de Fiscalización Superior de Veracruz, no sólo por lo que hizo sino por lo que dejó de hacer. Y es candidato a acciones legales por el desdén con que recibió la noticia de su remoción una vez que Norma Rocío Nahle García asumió el gobierno de Veracruz. Fue tozudo, necio, reacio a colaborar cuando, por ley, arranca el proceso de entrega-recepción. Pero algo inspiró a Bulmaro Salazar Hernández a sólo entregar unas cuantas carpetas con información escueta, obviamente con la intención de no dar explicaciones de su paso por el Instituto Tecnológico Superior de Coatzacoalcos. Pues las explicaciones las tendrá que dar y vendrá el tiempo de fincar responsabilidad, de saber a quiénes benefició y con cuánto. Sembrarle minas a Lorena Martínez Cabrera es haberle sembrado minas a Rocío Nahle. Y Bulmaro lo va a pagar… Si se juntan Miguel Pintos y Silviano Delgado, algo malo está por venir. Uno, Pintos, apunta a la alcaldía de Coatzacoalcos; el otro, Silviano, ya se ve en la Dirección Municipal del Deporte. Pintos, que no tiene carisma, más aburrido que un perezoso de zoológico, se monta en los partidos de futbol a beneficio con las figuras de la prehistoria, de los Delfines y el DUCO, para hacerse más grato a los ojos del pueblo que lo va a elegir, y Silviano, que fue seleccionado nacional, es el que supuestamente le atrae gente. Lo que recolectan, en especie, es lo que curiosamente Pintos Guillén entrega a los necesitados. Ha de estar tan pobre que el que requiere caridad es él. Ya se sabe cómo se las gasta Miguel Pintos –un acta de cabildo falsificada y una cremación obligada en tiempos de Covid, cuando era secretario del ayuntamiento de Coatzacoalcos– y ahora se monta en los hombros de lo que queda del marcelismo, de Silviano Delgado que a todo le tira y a nada le pega…