Sergio González Levet / Pues sí, los presidentes de Estados Unidos viven en una mansión decorosa, con sus lujos, como corresponde al asiento oficial de una nación tan poderosa.
Pero ellos y sus familias sufragan religiosamente lo que por normatividad les corresponde pagar. Dólar que viatican, dólar que justifican con un recibo o una factura de curso legal.
Dentro del decoro que se merece quien tiene la investidura de una nación tan poderosa, cada uno de quienes han trabajado en la oficina oval han sido austeros a su manera, porque nunca han gastado un peso de más en el ejercicio cotidiano de su función.
Por el contrario, acá en México se pueden apreciar los grandes derroches de quienes asumen la austeridad como un slogan de campaña y sólo como un material de convencimiento para las masas.
El presidente Andrés Manuel López Obrador decidió irse a vivir al Palacio Nacional, al edificio histórico que guarda los misterios y las hazañas de nuestros gobernantes desde el tiempo de la Colonia. Desdeñó las oficinas y las instalaciones de Los Pinos porque decía que eran un lujo innecesario y significaban un derroche, y muy a lo populista convirtió el lugar en un foro público. ¡Ese mismo lugar que había construido el presidente Lázaro Cárdenas para no vivir en un palacete, el Palacio de Chapultepec, al que dejó resguardado como un museo!
Y resulta que el Presidente austero, que solamente tiene un sueldo de 128 mil pesos después de impuestos, se fue a vivir a otro Palacio, el Nacional y para que eso fuera posible tuvieron que remodelarlo y construir entre sus paredes centenarias un departamento para que habitaran en él AMLO, Beatriz Gutiérrez Müller y el hijo de los dos, el buen Jesús Ernesto.
El costo de la manutención y los aperos necesarios para la familia presidencial e México subió considerablemente porque al ser el Palacio una construcción resguardada por el INAH, se tuvieron que hacer muchas contorsiones arquitectónicas para afectar en lo mínimo los resguardos de la historia nacional que ahí persisten.
Y no, el Presidente no pagó nada de su bolsillo por vivir en el Palacio Nacional: ni comidas, ni bebidas; ni ropa, ni accesorios personales; ni lujos, ni modernidades. Todo todo todo lo que gastaron la pareja López Gutiérrez y su vástago salió del erario, y a nadie le tuvieron que dar cuenta de los pagos hechos a cuenta de la nación.
El lujo discreto de los gringos se confronta con la carísima austeridad de los funcionarios mexicanos de la 4T.
Y de lo que cueste la Presidenta daremos cuenta cuando YSQ le preste por fin el departamento para que se vaya a vivir ahí.