Salvador García Soto nos cuenta el cuento de la princesa embarazada en alusión al affair de Luisa María Alcalde y Zoé Robledo

Alcalde
Zoe Robledo y Luisa María Alcalde FOTO: WEB

El embarazo de Luis María Alcalde es inocultable. La princesa de la Cuarta Transformación está esperando un hijo y como dice la canción de Roberto Carlos, “luce linda esperando un bebé”. Lo que no está muy lindo es que al parecer, según versiones de gente muy informada, el padre del bebé es una persona casada, una persona muy empoderada en el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, hijo de un exgobernador y director del Instituto Mexicano del Seguro Social; nos referimos a Zoé Robledo.

Con tal de tomarse todas las precauciones para no revelar quiénes son los personajes de su cuento, el periodista Salvador García Soto nos relata esta historia de amor y desamor en su columna “Serpientes y escaleras”: «La princesa y el príncipe empezaron de pronto a estar en boca de todos. Los más rudos ya no se callaban nada y lo mismo los aludían directo y por su nombre, que publicaban fotos suyas o hasta memes satirizando lo que había sido un amor real y verdadero. La situación empezó a volverse tensa entre los dos y todo empeoró cuando las noticias llegaron al lejano reino de donde provenía el enamorado príncipe.

Resultó entonces que cuando él quiso liberarse y fue a ver a la que legalmente era su esposa para solicitarle el divorcio, porque había prometido cumplir su promesa y casarse con la princesa que ya estaba encinta, las cosas tomaron un giro inesperado. La esposa, que ya había escuchado hasta su tierra los rumores, montó en cólera y, aduciendo la respetabilidad de su apellido y el de sus parientes, se negó rotundamente a conceder la separación legal. El príncipe insistió y argumentó razones de honor y de hombría que lo obligaban a disolver su matrimonio.

Pero la señora, ofendida y mancillada, le echó en cara que esa no era la primera vez que sabía de su infidelidad y, poniendo por delante a sus hijos y su matrimonio, le dijo que lo perdonaba con la condición de que volviera a casa y se olvidara de la princesa de sus amores». Así las cosas en el “reino de nunca jamás”.

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