Antonio y su familia vivían un día cualquiera cuando el cielo se tornó oscuro en Paiporta, Valencia. España. Sin advertencia, la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) convirtió su viaje en un descenso al caos, y una simple salida se transformó en un evento desgarrador que Antonio nunca olvidará. Su coche, envuelto por aguas torrenciales, pronto quedó a merced de la corriente que invadía calles y avenidas, desbordando ríos y forzando evacuaciones en varias provincias.
En un acto desesperado, Antonio luchó por controlar el auto que ya flotaba a merced de la corriente, pero los intentos fueron en vano. Su esposa, Lourdes, y su hija, Angeline, quedaron atrapadas en el techo del vehículo, gritando por ayuda mientras la fuerza del agua las alejaba de él. Minutos después, el desastre ya era irreversible.
Las escenas de rescate se replicaron en varios puntos de Valencia y otros municipios donde DANA dejó muerte y devastación, agravada por infraestructuras debilitadas y una naturaleza implacable. Este fenómeno atmosférico, que este año ha impactado con intensidad inusitada, no solo ha dejado a comunidades enteras sumidas en el luto, sino que también cuestiona las capacidades de respuesta ante emergencias cada vez más extremas.