Durante casi todo el sexenio pasado se podía ver cerca del presidente a un hombre ataviado con un buen traje sastre y un sombrero texano, cada vez que este pedía audiencia con el ejecutivo federal, este era tratado con todo el protocolo y no se le hacía esperar. Sin embargo, nada más este comenzó a criticar la reforma judicial y, a Ken Salazar se le cerraron las puertas. El embajador fue humillado, comenzó a sentir en carne propia el rencor de un político que decía que su pecho no era bodega.
Resulta que el día de ayer, soltó una frase que dejó exhibido al gobierno, emproblemado de nuevo en contestar las crecientes sospechas de sus pactos con el crimen organizado. Dijo el embajador, a propósito de los sistemáticos reclamos de López Obrador y Sheinbaum a Estados Unidos tras la detención del Mayo Zambada: «A mí me sorprende tanto que no se pueda decir: victoria del pueblo de México, victoria de Estados Unidos, resultado del trabajo que hemos llevado en los últimos tres años».
¿Por qué no pueden celebrar AMLO y Sheinbaum que un capo de esa magnitud esté tras las rejas? Señaló un hombre que supo hacer su trabajo como intermediario entre el gobierno norteño y un gobierno conducido por un nombre mentiroso y rencoroso.