Fernando Padilla Farfán / El incremento del uso de paneles solares, desde techos residenciales hasta plantas solares a gran escala, ha convertido a la energía solar en una fuente limpia y cada vez más accesible. Asimismo, los parques eólicos marinos y terrestres generan grandes cantidades de electricidad limpia y renovable. La energía hidroeléctrica, aunque es una fuente renovable, debe considerarse cuidadosamente debido a su impacto ambiental.
Es esencial aprovechar el calor del interior de la Tierra para generar electricidad y calefacción. Reducir el consumo de energía en edificios, industrias y transporte es una obligación para mitigar el cambio climático. Además, utilizar tecnologías de Captura y Almacenamiento de Carbono (CAC) es crucial. Estas tecnologías extraen el dióxido de carbono directamente del aire y lo almacenan bajo tierra.
El uso de vehículos eléctricos debe estandarizarse ya que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero del transporte. Invertir en sistemas de transporte público modernos y eficientes puede reducir la congestión y las emisiones. También es necesario construir más ciclovías y zonas peatonales, promoviendo así la movilidad activa y sostenible.
La agricultura de precisión utiliza tecnologías como drones y sensores para optimizar el uso de recursos como agua y fertilizantes. Por otro lado, la agricultura regenerativa restaura la salud del suelo y aumenta la captura de carbono, combinando cultivos y árboles para mejorar la biodiversidad y fertilidad del suelo.
El uso de biomateriales desarrollados a partir de fuentes renovables, como plantas y microorganismos, es clave. Los materiales reciclados también reducen la demanda de materias primas vírgenes y las emisiones asociadas a su producción. Practicar las tres R’s: reducir, reutilizar y reciclar, es vital para minimizar la generación de residuos y maximizar el valor de los materiales.
Fomentar el uso compartido de bienes y servicios a través de la economía colaborativa puede contribuir significativamente a la sostenibilidad.
Reforestar bosques, restaurar humedales y proteger los océanos son acciones indispensables. Desarrollar proyectos de infraestructura verde en las ciudades, como parques y jardines, mejora la calidad del aire y reduce el riesgo de inundaciones.
Establecer un precio al carbono incentiva a las empresas y a los consumidores a reducir sus emisiones. Participar en acuerdos internacionales de cooperación entre países es esencial para lograr objetivos climáticos comunes. Además, invertir en investigación y desarrollo fomenta la innovación en tecnologías limpias.