Como presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Rosario Piedra Ibarra siempre estuvo supeditada al gobierno federal. Nunca se supo de alguna amonestación contra la Guardia Nacional o contra las fuerzas castrenses. Por esa razón, su deseo de volver a repetir en la presidencia de la CNDH resulta un afrenta y burla contra las victimas a las que les violentaron sus derechos más fundamentales. No por algo, enfrentó descalificaciones e insultos de parte de legisladores de la oposición, al comparecer ante las comisiones del Senado responsables del proceso para la elección del o la titular de ese organismo para los próximos cinco años.
En su argumentación Rosario Piedra Ibarra, señaló que no busca relegirse por ambición personal, sino para consolidar lo logrado. Esa fue la chispa que prendieron los ánimos en la oposición ya que inmediatamente, Ricardo Anaya, senador del PAN, sostuvo que su elección como presidenta de la CNDH fue fraudulenta e incluso le dijo que con qué cara busca la relección, pese a que ha rechazado 99 por ciento de quejas contra militares.
También le echó en cara, que no haya emitido aún una recomendación por los hechos del 1° de octubre en Chiapas, donde elementos de la Guardia Nacional dispararon contra migrantes y mataron a seis. Lo cierto es que, a esta funcionaria fallida, le dieron hasta para llevar a casa.