La reliquia de San Judas Tadeo, que consiste en un hueso de uno de sus brazos, ya se encuentra en la ciudad de Xalapa. Para quienes profesan la fe católica ese hueso o reliquia es digno de ser venerado, eso a pesar de que la Biblia en que basan su fe prohíbe la veneración de dichos objetos. La veneración de dichas reliquias proviene de un decreto del Concilio de Trento que se llevó a cabo entre 1545 y 1563 en Trento, Italia. Señala la Enciclopedia Católica en su volumen 12, página 734: «La enseñanza de la Iglesia Católica con respecto a la veneración de reliquias se resume en un decreto del Concilio de Trento (Ses. XXV), que ordena a los obispos y a otros pastores instruir a sus rebaños en que ‘los santos cuerpos de los santos mártires y de otros viviendo ahora con Cristo—cuerpos que fueron los miembros vivientes de Cristo y “el templo del Espíritu Santo” (1 Cor., vi, 19) y los cuales han de ser levantados por Él a la vida eterna y ser glorificados deben venerarse por los fieles, porque por medio de éstos [cuerpos] se otorgan muchos beneficios por Dios sobre los hombres’».
No hay un solo indicio en la Biblia que indique que los restos de los apóstoles o de los profetas debían ser guardados para su veneración. De hecho, en la Biblia se dice que el cuerpo de Moisés, uno de los más grandes profetas judíos, fue enterrado en un lugar que nadie supo, para así evitar que la gente venerara ese sepulcro. Por supuesto, cada devoto actúa según su fe, según sus creencias.
Sin embargo, es importante para cualquier fe que las creencias estén basadas en la verdad. A todo esto, habría que añadir que la veneración de reliquias es de origen pagano. Los babilonios, los egipcios y hasta los budistas son adoradores de reliquias. Claro, a un cristiano verdadero le debería bastar la respuesta que Jesús dio a Satanás cuando esté le pidió que se inclinara para adorarlo: «Está escrito: ‘Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado’». ¡Más claro ni el agua!
Comentarios