Es un hecho que la presidenta de la SCJN se ha convertido en un fuerte dolor de cabeza para el presidente. Desde el mismo momento en que la ministra presidenta no se puso de pie ante la entrada del ejecutivo federal, se lanzó el primer mensaje, de que el poder judicial, no estaría sometido al presidente como lo hizo el inefable Arturo Zaldívar, quien al parecer ya olvidó que cuando estuvo como ministro defendió la procedencia de recursos en contra de reformas constitucionales.
Sin embargo, ahora que forma parte de la 4T, está a favor de la reforma al poder judicial. Por lo pronto, el presidente López Obrador sabe que está enfrentando a una mujer que tiene bien fajada la toga y bien puesto el birrete.