La batalla contra el huachicoleo en México parecía sencilla. Combatir a las bandas que roban combustible parecía cosa fácil; igual se les ocurrió que lo más fácil era cerrar las válvulas para que dejara de fluir el combustible, pero provocaron un gran desabasto. Después, al gobierno de López Obrador se le ocurrió comprar muchas pipas para abastecer las zonas del desabasto; ¿dónde quedaron esas pipas? Finalmente, el gobierno de López Obrador se dio cuenta de que no se podía combatir un delito en el que participaban pueblos enteros. ¿Qué hicieron? Se unieron a las bandas y les pidieron cuotas.
Por ello no extraña que el periódico Reforma reporte que «el robo diario de gasolina a Pemex equivale a llenar el tanque de más de 100 mil autos cada día». Reforma señala que tan solo en «2023, Pemex reportó el robo de mil 708 millones de litros anuales, que equivalen a 28 mil 467 pipas, es decir, 78 pipas diarias». Ah, pero en el discurso, en la realidad del presidente de México, la batalla está ganada desde 2019.
En ese entonces dijo el presidente: «Es muy bueno el avance, hemos logrado prácticamente desaparecer el robo de combustible. En las comunidades donde pasa la gente nos ha apoyado mucho de dos maneras, primero no apoyando a las bandas de robo de combustible, segundo incorporándose a los Programas para el Bienestar». Al final del sexenio queda claro que el combate al huachicoleo es otra de las guerras perdidas de la 4T.
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