Muere Rosa Borunda de Herrera. «Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer». Pero el tío Fide no fue un gran hombre

Borunda
Muere Rosa Borunda de Herrera FOTO: WEB

Reza el refrán popular: «Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer». En todo caso, ¿debemos entender que «detrás de un vil hombre siempre hay una vil mujer»? No debe ser del todo cierto. Muere Rosa Borunda de Herrera, esposa de Fidel Herrera Beltrán, exgobernador de Veracruz que vendió a los veracruzanos, por unos cuantos millones de dólares, al grupo criminal de Los Zetas. Muere Rosa Borunda que en todo el sexenio estuvo al lado de su esposo, contemplando desde Palacio de Gobierno las atrocidades de un gobernador que se hizo famoso como padrino de las quinceañeras, a quienes después hacía sus consortes. Estuvo cerca del hombre que regaló hoteles a las más guapas y plazas en el gobierno a las menos favorecidas. Estuvo Rosa Borunda cerca del hombre que pervirtió la palabra “fidelidad”, que la convirtió en sinónimo de corrupción. Muere Rosa Borunda, ya lo llora su hijo putativo, Javier Duarte, quien presumía que a la señora siempre le decía “mamá”; ¡ternurita! Muere Rosa Borunda de Herrera y llueven las notas de condolencias, de pesar.

Pero el pésame de los cómplices de Fidel Herrera, las miles de condolencias de los que se enriquecieron con él no harán que doña Rosa alcance el cielo, eso está en manos de la misericordia de Dios. Un buen periodista está obligado a hablar de la verdad, su verdad. Bien podría, para quedar bien con los lectores, hablar de la bondad de una mujer que no se destacó por su bondad; bien podría inventar actos de humanidad sobre una mujer que prefirió mantenerse al lado de un hombre que se consumió en sus propios apetitos; se quedó a contemplarlo en sus miserias.

«Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer», pero Fidel Herrera, todavía vivo, no fue un gran hombre. Pudo serlo, pero prefirió la pequeñez de los tiranos, prefirió el veneno de su propia lascivia. Muere doña Rosa Borunda de Herrera y deja a un marido postrado en la ignominia, a hijos e hijas que la lloran y a nietos que nunca quiso reconocer. Que Dios la tenga en su memoria y que Él sea quien decida si ella fue una gran mujer, porque el tío Fide, me queda claro, no fue un gran hombre.

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