Las sospechas se intensificaron al descubrirse que la pareja no llevó la mano amputada al hospital, sugiriendo una intención deliberada de asegurar una discapacidad permanente para recolectar más de un millón de euros del seguro, según las cláusulas para amputaciones irreversibles. La investigación culminó con acusaciones de fraude contra Julia y su novio. Durante el juicio se reveló que ambos estaban profundamente endeudados y planearon el accidente para resolver sus problemas financieros.
Julia confesó que la desesperación por las deudas la llevó a tomar una decisión tan drástica. Julia fue sentenciada a dos años de prisión y su novio a tres. Los médicos lograron reimplantar la mano de Julia, aunque con complicaciones y secuelas permanentes. Este caso, aunque increíble, es un recordatorio de cómo la desesperación y la ambición pueden llevar a decisiones extremas con consecuencias devastadoras tanto legales como personales.