Ícono del sitio Libertad Bajo Palabra

La guerra que viene

Ángel Lara Platas / Hace unos 40 años, un sabio dijo que la siguiente guerra sería por el agua. Desgraciadamente, el tiempo se acorta.

La realidad nos está alcanzando. En varios lugares del mundo el agua comienza a escasear.

En la Ciudad de México se han presentado brotes sociales por la falta de agua.

Las principales fuentes de abastecimiento de agua para la zona metropolitana, como el Cutzamala, ha disminuido de manera alarmante su volumen de agua.

Por otra parte, no hay políticas públicas para enseñar a la gente las formas más adecuadas para ahorrar el agua. Tampoco se ha pensado qué innovaciones deben proponerse en la construcción de calles para que el agua de lluvia vaya al subsuelo.

Se sigue usando demasiada agua para el aseo personal. No paramos el agua en cubetas mientras por la regadera sale el agua fría, para que nuestro cuerpo reciba la caliente y el agua captada utilizarla para otras cosas. No tenemos por costumbre abrir la llave de manera intermitente mientras nos enjabonamos o rasurarnos, en el caso de los varones.

En el trastero se desperdician grandes cantidades de agua. La llave permanece abierta desde el primero al último trasto. Hasta entonces la cerramos.

En nuestras casas utilizamos el chorro de agua que sale por la manguera, para barrer el polvo y la mugre.

La mayoría de los lavaderos de autos no reciclan el agua, toda se va por las cañerías.

En los talleres de autos tiran al drenaje los sobrantes de aceite y gasolina.

El agua de lluvia no la aprovechamos en nuestras casas, se va al drenaje. Los ayuntamientos no exigen que el agua sea captada y filtrada a través de procedimientos modernos, para conducirla a aljibes o tinacos.

Ver al caudaloso río que serpentea por vastos terrenos de algunos lugares del país, nos alejan del conocimiento de su origen. La tala irracional disminuye la producción de agua. Mientras haya impunidad y corrupción, nadie parará a los talamontes.

En el presente año se han presentado sequías extremas. El ganado muere. La carne escasea y encarece. La leche sube de precio.

En las ciudades los piperos lucran con el vital líquido; nadie los supervisa. Los ayuntamientos tandean el agua potable, pero el recibo no disminuye su monto.

Las autoridades procuran hacer aquellas obras que están a la vista de todos, pero se olvidan de sustituir la tubería dañada por agotamiento de su vida útil, a pesar de las constantes filtraciones del líquido que conducen.

Los pozos de extracción, muchos agotados y otros contaminados.

Los pueblos que tienen nacimientos de agua y que proporcionan parte a otras ciudades, cada vez se ponen más exigentes. Piden obras además de buenas sumas de dinero. Y si se presenta un desacuerdo, hasta pueden cerrar las llaves.

Los pleitos entre los vecinos por las cubetas de agua que les venden las pipas, son más frecuentes.

No está lejos el momento que, ante la desesperación, secuestren pipas de agua con lo que eso representa.

Los pueblos que tienen el agua, la defenderán hasta con los dientes para que no se la lleven a otros lados. Los que no la tienen, tratarán de arrebatársela a quienes sí la tienen.

Mientras el agua salga por las llaves, tendremos la impresión que es inagotable.

Si no se actúa de inmediato, después será tarde.

Salir de la versión móvil