Silvia me escuchó, se asomó por la puerta de su recámara y me dijo: «Si van a leer mis poemas, por qué mejor no llevan a la poeta». Me quedé sin habla. Yo no le quería pedir a Silvia que me acompañara porque no quería interrumpir su proceso creativo; sí está escribiendo parte de su obra en mi casa. Tampoco quería que pareciera que le estaba cobrando mi anfitrionía, porque para mí es un placer tenerla en casa. Generosa, una de las poetas más destacadas de la lengua española me acompañó al taller que doy a mis adultos mayores.
Fue, lo puedo jurar, uno de los momentos más memorables en el taller “Libertad bajo Palabra” que ya ha cumplido 15 años de llevarse a cabo. Fue un momento poético, íntimo, mágico, inolvidable, irrepetible. La empatía de la poeta con mis adultos mayores fue inmediata. La poesía de Silvia Tomasa Rivera llenó la habitación de los patos, aderezó la mañana con sus anécdotas; nos transmitió la pasión que suma a sus poemas y nos enseñó que «sin amor y sin silencio no hay poesía».