Los mexicanos somos testigos de cómo el jefe del ejecutivo federal, en varias ocasiones habla por hablar, o pareciera que no piensa y ni toma en cuenta el peso de sus declaraciones como presidente de la república, en ocasiones pareciera que lo hace a propósito, o que lo invade un halo de ingenuidad, que lo impulsa a decir disparates. Por ejemplo, cuando el presidente López Obrador dijo, que con el ministro Zaldívar, tenían contacto permanente y se hablaba con él para comentar asuntos que le interesaban al gobierno.
Y nos hacía caso. Nos ayudaba con los jueces. Desde ese momento, el primer mandatario reveló la complicidad y sometimiento de un hombre que pretendía agrandar su mandato frente al Poder Judicial con la ayuda de su amo, el señor presidente. Hoy. Arturo Zaldívar Lelo de Larrea se enfrenta a una bien instrumentada investigación por tráfico de influencias y por recibir fuertes moches de dinero a una cuenta de Banorte, el banco de México.
Pero no solo eso ha cosechado el mayordomo del presidente, también ha segado el repudio de los mexicanos, quienes en algún momento creyeron que Arturo Zaldívar Lelo de Larrea era un ministro impoluto.
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