Jorge Flores Martínez / En México tenemos la democracia que como sociedad hemos sido capaces de construir. Hay esfuerzos para ampliarla y consolidarla, pero también hay enormes resistencias que no quieren una mejor y más fuerte democracia.
Lo que vivimos hoy en día en nuestro país es justo la resistencia a evolucionar democráticamente, claro que todos hablan y se dicen defensores de ella, solo que una parte la quiere sin adjetivo alguno, solo desea construir una democracia sin mayores pretensiones ni idealizaciones y la otra parte quiere una democracia adjetivada como mexicana, humanista o transformada.
El problema de adjetivar conceptos como Democracia es que en ese adjetivo viene su descomposición. La democracia debe ser sin adjetivo alguno, es solo eso, no más, pero nunca menos. No se idealiza como un concepto perfecto, porque en esa idealización se convierte en inalcanzable. Al ser inalcanzable es una promesa que jamás se va a cumplir. Nos van a cambiar nuestra democracia imperfecta, con sus problemas pero en función, por una Democracia perfecta, idealizada, maravillosa, pero nunca alcanzable.
La democracia en México durante prácticamente siempre fue una simulada, de partido único y presidente todo poderoso, era nuestra Democracia Mexicana. Todo era simulación, el gobierno se encargaba de la elección y contaba los votos. Funcionó mientras la sociedad mexicana maduraba.
El último cuarto del siglo pasado vimos como esa Democracia Mexicana se desmoronaba sin remedio, no había forma de incluirnos en el mundo con un sistema democrático anacrónico y sin amarres con la sociedad. Construimos todos los mexicanos, con mucho esfuerzo y destinando enormes recursos, una democracia donde la misma sociedad hacía las elecciones y contaba los votos. El sistema anterior no se derrumbó estrepitosamente, solo fue cediendo poco a poco y reemplazado por la nueva democracia.
Esta nueva democracia no es perfecta, ni lo será nunca, no hay forma, eso solo democracia y nada más. Pero esta nos permitió la transmisión del poder de forma pacífica y ordenada. No hubo grandes sobresaltos y de alguna forma los resultados fueron aceptados por todos.
Ahora nuestra democracia imperfecta y en construcción es atacada, se busca reemplazar por una Democracia nueva, una del pueblo, que sea humanista y transformadora. El asunto es que no tenemos claro qué democracia nos ofrecen. Si se trata de una de partido único, donde el mismo gobierno cuente los votos y la voluntad del presidente sea incuestionable y regresemos a la simulación, no estoy del todo seguro que nos convenga como mexicanos del siglo XXI.
Reconozco que suena maravilloso la democracia que nos ofrecen donde el pueblo decide quienes deben de presidir el Poder Judicial, donde se regrese a un gobierno humanista el conteo de los votos. Donde se límite la libertad de expresión para no permitir que se ofenda la figura presidencial y el pueblo se libere de la oligarquía que lo oprime. Una democracia dirigida desde el poder que será uno transformado, humanista y cercano al pueblo bueno.
Lo único que me incómoda es que esa Democracia que nos ofrecen se parece mucho a la Democracia que se instauró en Venezuela con Chavéz y ahora con Maduro y el pueblo bueno ya no se puede quitar de encima.
También se parece a la Democracia cubana, esa que lleva más de 60 años prometiendo el paraíso socialista a los cubanos y estos siguen mendigando un poco de pan y algo de comida todos los días en interminables filas.
Pero lo que más me preocupa, que la Democracia que nos ofrecen sea una donde la Delincuencia Organizada se encargue de las elecciones y de contar los votos.
Tenemos menos de tres meses para decidir que queremos.
Puede ser que en varias generaciones no nos podamos quitar de encima el “humanismo” que nos prometen.
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