El emperador y el molinero

Andrés Manuel López Obrador FOTO: WEB
- en Opinión

Jorge Flores Martínez / Federico de Prusia estaba construyendo un hermoso castillo, todo era bello y perfecto, se construía con excelentes y los más caros materiales. Los mejores arquitectos y constructores estaban a cargo del castillo, no había límite ni presupuesto que impidiera que la morada no fuera digna del más grande emperador.

Solo un pequeño e insignificante detalle, un molino. La vista maravillosa desde el balcón del emperador se estropeaba con un molino, que además de afear el paisaje, el movimiento de las aspas y las piedras hacían un escándalo que no permitían pensar ni trabajar al más grande y poderoso emperador que esas tierras hayan visto.

El emperador no lo dudo, mandó a llamar al molinero para decirle que tenía que venderle el molino. No había forma que los dos estuvieran juntos en ese lugar y era evidente que el molinero no podría nunca comprar su bello palacio, por eso lo mejor era que el pobre molinero le vendiera el molino al emperador.

El molinero le respondió al emperador que en efecto no tenía el dinero para comprarle su palacio, pero el emperador tampoco podía comprarle el molino. El molino no estaba a la venta. El emperador enfurecido le dijo que no tenía por qué seguir discutiendo con un pobre molinero, si no quiere venderme el molino, llamaré a unos entendidos para que valúen cuánto vale en realidad ese molino viejo y feo, eso será lo que se le pague a usted y lo mandare a demoler hasta los cimientos. Después de todo, por encima de la ley está la autoridad moral del emperador.

El molinero tranquilo se sonrió y le contestó al Emperador, Eso lo podrá hacer usted si no hubiera jueces en Berlín

El emperador lo observó en total silencio por unos momentos, no pudo enojarse con el pobre molinero, por el contrario, agradeció sus palabras, el molinero confiaba en los jueces de su reino y además, el molinero sabía que el emperador siempre respetaría la ley.

El emperador no insistió y el molino y el bello palacio quedaron en su lugar. No había y nunca habrá superioridad moral o política que estén por encima de la ley. El emperador podría haber hecho lo que le viniera en gana si no hubiera jueces en Berlín. Pero en Berlín había jueces.

Y lo más importante, en Berlín había emperadores dispuestos a someterse a la ley.

No, no existe eso de una autoridad moral superior a la ley.

Al contrario, el que crea que su autoridad moral es superior a la ley es un autócrata en camino a convertirse en dictador.

Por suerte siempre habrá molineros dispuestos a decirle no al señor emperador.

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