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Nahle, campañitas negras típicas de una perdedora

Edgar Hernández* / No solamente se siente y ve como perdedora, sino que ella misma se manifiesta como tal.

Por ello voltea las encuestas autoimponiendo 30 puntos por arriba de Pepe. Por ello llama a una unidad cuando las tribus de su partido, el propio Cuitláhuac y su banda la dejaron sola. Por ello manda a sus perros a vociferar contra quienes osan criticarla.

Está en la total desesperación.

Y es que en la sumatoria que la marcó desde su llegada a Veracruz como incumplida en uno de los proyectos más importantes del sexenio, “Dos Bocas”, del sospechoso manejo del dinero público que la llevó a gastar 250 mil millones de pesos, de sus compadrazgos y oscuras alianzas millonarias, y el pretender imponerse para gobernar una tierra de la cual no es oriunda, se agregan sus desatinos.

Su ignorancia y desconocimiento de la tierra e historia del Veracruz que pretende gobernar; esas ominosas vallas que la colocan a dos metros de ella y su viejo discurso plagado de demagogia y el “¡Ahora sí nos va a ir bien!”.

Su falsa indumentaria típica combinada con ofensivas joyas, sus zapatitos de marca y el pinche genio horrible que se carga.

Todos pasivos, todos de cara a su rival, Pepe Yunes, quien en días, en semanas, creció hasta rebasarla de tal manera que aun no empieza la campaña y ya se manifiesta públicamente lista, pero para perder y mejor competir en la siguiente elección como cuando guardas tu prenda favorita para usarla cuando bajes de peso.

La zacatecana seguramente ha de tener algún valor oculto, pero no se le nota.

Acaso por ser la heredera de un régimen que tiene a la ciudadanía en el hartazgo. Acaso por ser la resultante de lo más corrupto de un proyecto, el de la 4Transformación, señalado por la ineptitud y la alianza con la criminalidad. Acaso por que los veracruzanos no la quieren.

Rocío Nahle es la heredera de un régimen que cobró la vida de un millón de mexicanos victimas de la desatención por la pandemia y las masacres del crimen organizado.

Es la que llega a Veracruz de la mano de siete Cárteles con los cuales pactó el régimen saliente.

Llega cuando el aparato de poder está inundado de rateros e improvisados; de rencorosos y toscos hasta para la trampa; de servidores públicos que nunca supieron eso de servir; de lo peor de la sociedad veracruzana que ha dado tantos hombres valiosos en la ciencia, la cultura, la política, el deporte y la defensa de nuestra soberanía.

¿Qué la dama será mejor que el atarantado de Cuitláhuac?

No. Sólo será diferente y no necesariamente para bien de los veracruzanos por sus antecedentes, por sus raterías puestas al descubierto y por ser impuesta por López Obrador.

Se sabe perdedora, pero perdedora-perdedora ya que ni pretendiendo robar la elección podrá ya que con la vigilancia ciudadana y una abrumadora mayoría en las urnas imposible robar nada.

Hoy sí, es un honor ser señalado de pepista.

Tiempo al tiempo.

 

*Premio Nacional de Periodismo

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