Y es que, no ha sido fácil para el ejecutivo federal el recuento de los daños ocasionados por la investigación de Latinus, donde coloca a sus hijos como unos viles traficantes de influencias. Sobre todo, después del traspiés que cometió, reconociendo públicamente que efectivamente a su hijo Gonzalo López Beltrán, le llaman “Bobby”.
Lo que realmente le preocupa al presidente, es que las investigaciones que ha presentado Carlos Loret de Mola, traen el tufo de la casa, es decir “fuego amigo”. Además, el presidente, como un verdadero animal político, sabe que antes del dos de junio habrá más revelaciones y denuncias, eso téngalo por seguro.
