López Obrador está muy confiado en que mientras le siga dando dinero a la gente, la gente le seguirá rindiendo culto sin cuestionarlo a él ni a sus hijos. Por ello a veces se descuida y muchas veces, confiado, se va de la lengua. Por ejemplo, cuando trató de desmentir a Loret de Mola sobre los audios presentados, los cuáles evidencian el tráfico de influencias entre sus hijos y amigos, en lugar de desmentir, confirmó parte de los audios: «Él (Carlos Loret de Mola) dice que mis hijos actúan con prepotencia, que practican el influyentismo, que son deshonestos, que lo pruebe, (…) pero le graban a alguien, a un amigo de mi hijo diciendo: ya voy a hablar con ‘Bobby‘, yo ni sabía que le decían, no, a Gonzalo sí sabía que le dicen ‘Bobby‘, pero no que a (Daniel) Asaf ‘Gallo‘».
Sobre Daniel Asaf, tratando de exculparlo, declaró: «Es el jefe de ayudantes, es eficaz, trabajador, honrado, de toda mi confianza. Pero no sabía yo que le decían ‘Gallo‘, que porque en una llamada: ‘voy a comer con el Gallo‘. Ya le dije a Daniel: ‘lo bueno es que no le han quitado ninguna pluma a nuestro gallo‘».
Reconoce López Obrador que sí es Amílcar el que habla de su hijo Gonzalo, a quien le dicen Bobby. Y a pesar de que señala la falsedad de las pruebas, defiende a capa y espada a su jefe de asistentes, “El Gallo”, quien enseñó a sus muchachos a traficar con influencias.
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