Edgar Hernández* / Inopinado y por demás sospechoso el reconocimiento que hace la diputada federal Lorena Piñón, al subsecretario de Finanzas, Eleazar Guerrero, primo del gobernador Cuitláhuac García, cuando el más grave problema que aqueja a Veracruz es precisamente el saqueo de las arcas públicas.
Son 9 mil millones de pesos los desaparecidos, 6 mil millones por subejercicios y presuntos 3 mil millones de pesos los presuntamente desviados para la campaña de la zacatecana Roció Nahle a través de la asociación política “Unidos Todos” fundada por Eleazar.
Imposible reconocer tarea alguna hacía quien desde el inicio de sexenio quedó bajo sospecha por el control de todas, absolutamente todas, las unidades administrativas y financieras del gobierno incluidos los poderes legislativo y judicial.
Hace algunas semanas el Tribunal Superior de Justicia cesó de manera fulminante a la amiguita de Eleazar, Joana Marlén Bautista Flores, quien fungía como responsable administrativa y financiera del Poder Judicial el no quedar claro el destino de compras, moches y 600 millones de pesos quitados a magistrados y trabajadores de la institución, así como la desaparición del fondo de ahorro del Consejo de la Judicatura por 800 millones.
No se puede reconocer el trabajo del subsecretario de Finanzas cuando su propia hija Nitzya Guerrero desde el DIF estatal ha consumado en cinco años la estafa maestra.
Aún siguen sin aclarar los 450 millones desviados por la primera titular del DIF, Verónica Aguilera Tapia, según denuncia pública del su propio director Administrativo, Mario Lozano Sánchez, en donde aparece involucrada Nitzya como responsable de contratos y licitaciones.
Y qué decir del hijo de Eleazar, del mismo nombre, quien mangonea desde la Secretaría de Seguridad Pública bajo una oscura dirección general asignada.
¿Por qué hacer, por tanto, un reconocimiento público desde la máxima tribuna legislativa del país a Eleazar Guerrero cuando el propio aspirante Pepe Yunes ha manifestado la urgencia de investigar ilegales subejercicios?
Eleazar hasta antes del 2018 no era nada.
Solo un viejo priista apestado por los de su clase quien siempre aspiró a ser alcalde de su pueblo, Jilotepec, pero siempre lo persiguió el fantasma de la derrota.
Siempre un malasuerte, desempleado, con deudas y conflictos personales dada su proclividad al alcohol, las mujeres y su mal carácter.
Jamás llevó relación alguna con su primo, el “Payaso Cuícaras”, porque nunca le vio futuro hasta que un día apareció en Veracruz López Obrador apapachando y llevando de la mano al de las gracejadas en los mítines, al chavo Cuitláhuac, quien no sabía ni pronunciar su nombre de corrido.
Es cuando el vivaracho Eleazar apela al parentesco, lo llena de elogios y le propone una alcancía familiar “para que nunca más tengamos problemas económicos cuando nos vayamos”.
El atarantado acepta.
El resto de la historia es ampliamente conocido.
Hoy, a la vuelta de un lustro, si alguien es el menos recomendable o merece ser reconocido por su tarea en el gobierno de Cuitláhuac García es precisamente Eleazar Guerrero Pérez, quien será el primer en ser citado el 1 de diciembre del año próximo para que rinda cuentas ante la Fiscalía General del Estado.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
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