Gerardo Fernández Noroña necesitó llegar a ser un oficialista para mostrar el verdadero rostro de la izquierda. Incongruente, vividor, rijoso, machista, exhibicionista, Noroña es la cara de una izquierda que alcanzó el poder. Pero a todas esas “virtudes” agregue usted las de arrastrado y pendejo. Se sube a la tribuna de la Cámara de Diputados para pedir que cesen los insultos, pero empieza llamando a los panistas, “paniaguados”. Dijo el arrastrado de Noroña: «Ya estuvo bueno, ya pasaron la línea, sobre todo la oposición, ya pasaron la línea, no debemos tolerarles un insulto más. Ni al compañero presidente ni a su familia. Vienen a hablar de particulares que no tienen ningún cargo público a injuriarlos a decir mentiras sin ninguna prueba».
¿A qué viene toda esta defensa? Pues a que el señor busca quedar bien con el presidente López Obrador, para medrar otro sexenio como vividor. Ya se hizo adicto a los viajes a Las Vegas, a Europa, a Asia con cargo al erario público. Y esa vida sólo la podría conseguir como un arrastrado del sistema, un diputado parásito.
Por cierto, en su discurso sobre el fin de los insultos, el señor dio a entender que él si tiene derecho a insultar, porque aporta pruebas. Habría que decirle al imbécil ese que para insultar no se necesitan pruebas, basta con que uno lo crea. Por ejemplo, yo creo que Noroña es un pendejo, y no necesito aportar pruebas, para mí es un pendejo, como pendejos son los que los defienden.
Comentarios