Ícono del sitio Libertad Bajo Palabra

“Soy veracruzana”, dice la embustera

Mussio Cárdenas Arellano / Algún día, Rocío Nahle y Chavela Vargas habrían de coincidir. Nacen donde quieren, cuando quieren y se arrogan la oriundez que quieren, pregonando una verdad irreal. Los embustes y los embusteros así son.

“Los mexicanos nacemos donde se nos da la rechinada gana”, dijo una y mil veces la costarricense con su voz de trueno y sus agallas más puestas que la del más bragado.

“Soy veracruzana”, cuenta la ingeniera Nahle García, nativa del meritito Río Grande, Zacatecas, en su afán de convencer a un público algo numeroso, unos 8 millones de nativos de Veracruz que no le compran el cuento de que ama la tierra que no la vio nacer.

Y puede que sí ame a Veracruz, y por ello esgrime que escogió para vivir el resto de su vida a José Luis Peña Peña, un jarocho con historia e historial, y tuvo a sus dos hijas nativas del estado, que son, seguro que sí, su más grande orgullo.

Y así, con esas vejigas llenas de helio, y unas alas de avestruz, y unas ínfulas que sólo los altaneros suelen tener, doña Norma Rocío Nahle García se suelta diciendo que no sólo es veracruzana porque tiene ganas de ser veracruzana sino que hasta le da por ser historiadora y crear gobernadores que nunca lo fueron.

Sólo le faltó pregonar que la ley no es la ley, como su patrón, el mesías de Tepetitán, Macuspana, conocido como Andrés Manuel Lopez Obrador.

Y se arroga el derecho a gobernar Veracruz con una falacia tan torpe como necia, como ilusa, como brutal. “Soy veracruzana”.

La arenga suena a provocación y una vez que la ingeniera Nahle agarró vuelo con sus dislates, se ha vuelto el hazmerreír de los ocho millones de veracruzanos reales, los que nacieron en suelo jarocho, o los que nacieron en otra entidad pero son hijos de veracruzanos, los que no requieren de maromas y piruetas para demostrar la oriundez. 

Nahle esquiva el tema crucial: su inelegibilidad para ser gobernadora. El tema no es de gusto ni de cariño a la tierra, ni de cuántos hijos se tengan, ni de la pinta de jarocho del marido o cuántas caguamas se metía Pepe Peña en “El Peñón del Amaranto”, donde se gozaba del trago hasta que a una damisela encolerizada le dio por prenderle fuego al techo de palma.

A Nahle hay que oírla hablar y con eso advertir que su mundo no es de este mundo y su razón es la sinrazón.

Argüir que Guadalupe Victoria era de Durango, fue gobernador de Veracruz y luego presidente de México es, en serio, un poema a la ignorancia.

Tras la metida de pata, le explicaron que fue comandante militar en Veracruz, nombrado por Antonio López de Santa Anna. Guadalupe Victoria radicó en Veracruz, escondido y a salto de mata luego de una serie de derrotas militares, y tiempo después fraguó, junto varios insurgentes la caída de vival Agustín de Iturbide, emperador exprés, y así llegó a ser el primer presidente de México. Luego fue gobernador de Puebla.

Si se tata de terquear, Nahle no tiene rival.

“Entonces imagínate —dice— que después de 200 años porque hay un acto politiquero, nosotros vamos a regresar. Claro que no. Hay que ser maduros. Hay que ser propositivos y sobre todo hay que trabajar porque ya estuvo bueno de mucho ruido y pocas nueces. Nosotros necesitamos trabajar, continuar con la transformación de Veracruz y de México, eso es. Lo demás yo no me voy a enredar en esos temas”.

Pues enredada está porque la ley es la ley y la Constitución es la Constitución.

Nahle dice otra:

“Imagínate que yo esté pidiendo autorización para que alguien me diga si es mi casa o no es mi casa, si es mi familia o no es mi familia. No, pero mira, la politiquería yo la dejo a un lado. Soy veracruzana por convicción, no por obligación. Y para mí los 8 millones 062 mil veracruzanos que están en territorio son veracruzanos. Yo no me voy a fijar en su origen y el millón de veracruzanos que se fue por cualquier tema que haya salido del territorio también son veracruzanos. Lo que opinen otras personas yo no me meto ahí ni discuto”.

Una más:

“No, bueno, yo no sé quien me quiera reconocer. Yo sí tengo mi credencial de elector de Coatzacoalcos desde hace 36 años. Yo soy veracruzana y no estoy esperando que alguien me diga si sí o si no, Veracruz”.

¿Yo soy veracruzana? No, lo intentó pero fracasó. Fraguó la Ley Nahle para que los nacidos en otra entidad pero con hijos veracruzanos fueran catalogados como veracruzanos.

Rocío Nahle usó ese argumento ante el Órgano Público Local Electoral de Veracruz, aduciendo que su esposo y sus hijas son veracruzanas. Luego al Tribunal Electoral de Veracruz. 

Dos veces se tramitó en el Congreso de Veracruz la Ley Nahle. Una, armada por el entonces diputado local, Amado Cruz Malpica, a quien tiempo después impuso como alcalde de Coatzacoalcos; la iniciativa fue a la congeladora. La segunda, a manos de la diputada por Cosoleacaque, Magaly Armenta. La aprobó la mayoría morenista y sus aliados, encabezada por su fiel sicario legislativo, Juan Javier Gómez Cazarín.

Combatida en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la Ley Nahle fue triturada por los ministros. Uno de ellos, obradorista servil, Arturo Zaldívar, la tildó de intento de fraude a la ley.

Nahle puede soltar galones de bilis y gazapos históricos, aderezados por esa altanería que es tan suya, y traslucir la soberbia en el gesto, la torpeza en el hablar, hilando letras y palabras y frases que a la postre la exhiben como es, pero Rocío, legalmente, no es veracruzana y no cumple con el requisito para gobernar Veracruz.

Nahle puede sentirse veracruzana o griega, o turca, o marciana. Puede desafiar la oriundez. Puede abdicar a su origen, desdeñar a Zacatecas, olvidar a Zacatecas.

Rocío Nahle puede radicar cinco años o los que sean en Querétaro, en Baja California o donde guste y si las las constituciones y leyes electorales se lo permiten, puede aspirar a gobernarlos. Pero en Veracruz no.

Acá, la ley es la ley, le guste o no a su jefe y gurú político, Andrés Manuel López Obrador.

Y acá, la Constitución de Veracruz es precisa: “Artículo 11. Son veracruzanos: I. Los nacidos en el territorio del Estado; y II. Los hijos de padre o madre nativos del Estado, nacidos en el territorio nacional o en el extranjero”. Primer requisito e ineludible.

Nahle aduce sus 36 años de residencia en Coatzacoalcos. El segundo requisito contenido en el artículo 11 de la Constitución de Veracruz señala que los “veracruzanos” es tener residencia efectiva de cinco años en Veracruz.

No es un requisito o el otro. Son ambos: veracruzana y con mínimo cinco años de residencia efectiva antes de la elección. Rocío Nahle no cumple con el primero. Es inelegible.

Lo demás es soberbia. Lo demás es ignorancia. Es intentar consumar un fraude a la ley.

No basta un embuste. No vale ser embustera. No vale el capricho ni la necedad. Nahle puede sentirse veracruzana, disfrazarse de jarocha, y cantar y bailar La Bamba, pero no puede gobernar Veracruz. 

Su problema es la ambición propia y la traición de los suyos, el fuego de los adversarios pero sobre todo, el fuego amigo al que alude la secretaria de Energía.

La desdeña el pueblo. En los sondeos de opinión, 69 por ciento se pronuncian porque Veracruz sea gobernado por un nativo del estado contra 7 por ciento que lo ven bien.

Y la traicionan el gobernador Cuitláhuac García; el secretario de Educación, Zenyazen Escobar; la ex diputada local priista y luego morenista, Mónica Robles de Hillman, y el ex delegado de Bienestar en Veracruz, Manuel Huerta, que atizan la polémica. Ahí están las fisuras de la estructura electoral con las que suponía podía llegar al poder.

Le queda seguir hablando como Chavela Vargas, pregonando que los veracruzanos nacen “donde se les da su rechinada gana”.

Las embusteras son así.

Archivo muerto

Dos millones de pesos, políticamente, es nada. 73 millones es indicio de corrupción. Sólo 2 millones en  irregularidades le halló el Órgano de Fiscalización Superior de Veracruz al ayuntamiento de Coatzacoalcos. Pero la cifra es un maquillaje. Lo grave son inconsistencias en la Secretaría del Ayuntamiento que no fueron solventadas, cuyo responsable fue Samuel Ordaz Ortega, al que finalmente el alcalde Amado Cruz Malpica ya no pudo solapar. Lo grave es que cuando ORFIS auditó, por lo menos cuatro actas de cabildo no se hallaban en el portal de transparencia del ayuntamiento de Coatzacoalcos, y ante la consecuencias que habrán de enfrentar, se realizó la actualización, sin que ello evitara que se le categorizara como “observación no solventada”. Si Orfis hurga, hallará opacidad y trampa en la gestión de Amado Cruz Malpica. Hay contratos en los que fueron testados datos del prestador de servicio, constructor, objeto del contrato, cantidad a pagar, fecha de inicio y conclusión del servicio u obra. Amado Cruz Malpica viola flagrantemente del precepto constitucional de transparencia en la información pública. Lo grave son los trabajos realizados por el despacho técnico, contratado por varios millones de pesos, al que el Órgano de Fiscalización Superior de Veracruz le halló errores garrafales en la revisión física, tampoco solventados. Lo grave son las obras públicas con pagos fuera de norma y documentación incompleta en tiempos de Arturo Delgadillo Medina como director general de Obras Públicas, Desarrollo Urbano y Medio Ambiente, al que le espera su consabida inhabilitación. Lo grave es que no haya evidencia física de la reparación del sistema de izaje del asta bandera del malecón costero. Lo grave es la rehabilitación del sistema de agua en la avenida Guerrero donde se validó el proyecto a destiempo, se excedieron los tiempos de construcción y no se contemplaron en el proyecto obras que supuestamente realizó la Comisión Municipal de Agua y Saneamiento. Lo grave es la obra de drenaje realizada en la avenida Quevedo, colonia Puerto México, donde hallaron serios problemas técnicos y el pago de los trabajos sin estar terminada. Y qué decir de los contratos asignados por adjudicación directa e invitación restringida en los que se violó la normatividad. Y dos más: una de las empresas consentidas por el ex alcalde Víctor Manuel Carranza Rosaldo y el poder tras el trono, José Luis Peña Peña, esposo de la secretaria de Energía, Rocío Nahle García, se llevó los mejores contratos, y a una sola empresa, Construcciones y Arrendamientos Golfo Istmo, le tocaron cuatro de 55 contratos asignados. Pero lo más grave le pega a la tesorera municipal, Grace del Carmen Mendoza Chesty, y al propio Amado Cruz Malpica, pues no cuadran las cuentas, ni lo ejercido en términos del presupuesto 2022, ni en la aplicación de la disciplina financiera, ni en el uso de los excedentes para abatir la deuda pública. Ya con detalle, el asunto se pone más escabroso… “Mora, traidora” fue el grito contra la alcaldesa de Nanchital, y por eso los denunció. “Mora, traidora”, fue la arenga que desquició a Esmeralda Mora Zamudio por su inacción, sus mentiras, su doble cara en el proyecto del relleno sanitario regional, que ha sido la chispa que encendió e hizo estallar el peor escándalo, el mayor repudio en la historia de Nanchital. Y Mora Traidora, que se siente la divina intocable, denunció a nueve dirigentes del grupo de resistencia civil. Mora Traidora incubó el movimiento, la agitación, las marchas, al ocultar el proyecto, negar su participación, dejar que fuera la alcaldesa de Minatitlán, Carmen Medel Palma, la que revelara que en Nanchital se instalaría el relleno sanitario regional. Doble cara, cero moral, Esmeralda Mora Zamudio pateó el avispero. Miles salieron a marchar. Miles le gritaron “Mora, traidora”. Miles la repudiaron. Y nueve de ellos enfrentan la denuncia por violencia política de género, interpuesta por doña “piel delicada”, la  que desgobierna Nanchital. ¿Los replegó? ¿Los calló? Más se envalentonaron. Ahí sigue, dice Elda Luz Palma, y ejercerán su derecho a la protesta. Mora Traidora denunció también a la regidora Virginia Bartolo Lagunes ante el Congreso de Veracruz por por afectar la “buena marcha” del ayuntamiento de Nanchital. Mora Traidora ya desvaría. El subterfugio de denunciar por violencia política de género ya es recurrente. Lo usó contra periodistas que hicieron crítica de su gobierno de cuarta y terminó con un pacto de no agresión, como si Mora Traidora fuera intocable y los “periodistas” unos traficantes de la palabra. El pelafustán que recomienda tales mafufadas es Antonio García, secretario del ayuntamiento en Nanchital y antes vocero del ex alcalde de Coatzacoalcos, Víctor Manuel Carranza Rosaldo, donde realizó pingües negocios con videos para el área turística del gobierno de Veracruz, vía subcontrataciones. Se juntaron Mora Traidora y el vival Antonio García y el resultado fue irritar a un pueblo al que la comadre de Rocío Nahle no puede parar…

Salir de la versión móvil