En el organismo de Seguridad Alimentaria Mexicana, Segalmex, se llevó a cabo un saqueo institucional operado por Ignacio Ovalle, antiguo mentor del presidente López Obrador. López Obrador minimizó la corrupción y exoneró a Ovalle, a quien, dijo, lo engañaron los priistas que él metió a esa dependencia. En Dos Bocas el que firmaba los contratos era operador de Emilio Lozoya en Pemex; estuvo involucrado en el caso de los sobornos de Odebrecht. En el AIFA hubo completa opacidad para conocer a los contratistas y los montos de los que se contrató, lo mismo que con el Tren Maya, que, como todas las grandes obras de López Obrador, salió costando más del doble de lo programado.
Pero de esos no se da cuenta el presidente, o prefiere no darse cuenta. López Obrador prefiere mirar la paja ajena, que prestar atención a la viga que está insertada en su ojo. Sobre el Poder Judicial, y ante las decisiones que le desagradan, declara: «Es lo que venimos sosteniendo: el Poder Judicial está podrido. Hay excepciones en jueces, magistrados, en ministras, excepciones. pero la regla es que ese poder está tomado, secuestrado, al servicio de la mafia del poder económico y del poder político».
A manera de anécdota, el día que respondió por el conflicto de intereses entre su hijo y la petrolera Baker Hughes que le prestó una casa en Houston, AMLO simplemente dijo, «su esposa es rica». Así de corrupto y solapador el presidente.
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