Resulta que a todos los que se enriquecieron con la corrupción, funcionarios públicos o abogados de estos funcionarios públicos, les brotan las enfermedades con que pasen unos cuantos años en la cárcel. A Juan Collado, un hombre de fiestas y de sociedad, de viajes de placer y de gimnasios, después de 4 años en el Reclusorio Norte le brotaron la diabetes, hipertensión, episodios de angina y enfermedad coronaria trivascular; nada más le faltó el chancro y las almorranas.
Por supuesto, los abogados defensores de Juan Collado, gracias a los doctores de los Hospitales Ángeles, consiguieron todas esas enfermedades para que un juez se conmoviera y le otorgara la prisión preventiva. En unos días, apenas le consigan un brazalete adecuado, Juan Collado podrá salir de prisión. No estará en prisión domiciliaria, Collado podrá andar por todo el país siempre y cuando se presente al Reclusorio cuando se le requiera; es más, podrá ir a comer pato pekinés al Hunan si le viene en gana.
Los abogados prefirieron la discreción para que la liberación de este corruptazo, acusado de lavado de dinero y delincuencia organizada, no generara tanta suspicacia. En un comunicado escueto declararon: “Lo anterior no implica la terminación de los procesos penales en su contra, los cuales se encuentran en diversas etapas procesales y en la negociación de posibles mecanismos alternativos de solución de controversias. Priorizando su delicado estado de salud, y en respeto a su situación personal actual, ni la familia del señor Collado ni su equipo de abogados haremos mayor pronunciamiento”.
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