El presidente López Obrador, en su afán de tapar el sol con un dedo ha declarado que en el país son «pocos los sitios donde hay violencia». Hace una semana visitó Michoacán, pero no acudió para solucionar el problema de los productores de limón, ni para remediar que el crimen organizado tenga amagados pueblos enteros. Acudió para escuchar los halagos de el gobernador Ramírez Bedolla quien le dijo: «Presidente no estás solo». El presidente no está solo, solos están los michoacanos, y en este caso los de Apatzingán.
Reporta el periódico El Universal: «Integrantes del crimen organizado le prendieron fuego esta mañana a dos tiendas de conveniencia y a tres vehículos, en diferentes puntos de Apatzingán, Michoacán. En la cabecera municipal, la célula delictiva incendió dos tiendas Oxxo, en las que no había personas». ¿De qué sirven las visitas en estados donde impera la violencia? De nada.
Los líderes del crimen organizado están conscientes de que López Obrador, a un año de dejar la presidencia, está disminuido; pero también entienden que sus valores están por los suelos y que a estas alturas ya no representa nada. Para ellos sólo es un mandatario histérico que los ha alcahueteado; «abrazos, no balazos».
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