Aurelio Contreras Moreno / La sistemática negativa de Dante Delgado Rannauro a hacer un solo bloque opositor para enfrentar a Morena en las elecciones del año entrante le ha valido varios cuestionamientos acerca del verdadero papel que juega Movimiento Ciudadano frente al obradorato.
Dante Delgado alega que “con el PRI ni a la esquina”, como justificación para rechazar la integración de una sola coalición opositora, como si se tratase de un asunto de pureza ideológica, cuando en realidad eso nunca ha sido un problema para el dirigente nacional del partido naranja.
Baste recordar que en la elección estatal de 2018 en Veracruz, Movimiento Ciudadano abanderó como candidato a la gubernatura a Miguel Ángel Yunes Márquez, hijo de Miguel Ángel Yunes Linares, quien como secretario de Gobierno se encargó de encarcelar a Delgado Rannauro en el ya lejano año de 1996, y que al momento de esa elección era gobernador y quería heredarle el poder a su vástago. Dante no tuvo ningún reparo por los viejos agravios y actuó como siempre lo ha hecho: con enorme pragmatismo político.
Eso es precisamente lo que le ha permitido a su partido, fundado en 1999, sobrevivir durante casi 25 años. Primero como Convergencia por la Democracia, luego simplemente Convergencia y desde 2011 como Movimiento Ciudadano. Siempre bajo su férula.
Nada indica que haya cambiado su manera de hacer política. Y por eso es que genera sospechas –que para algunos son fuertes certezas- sobre su rol en la contienda electoral en puerta el que se niegue rotundamente a integrar un solo bloque opositor, para en su lugar apostar por fraccionar el voto anti-Morena, lo cual evidentemente beneficia al obradorato en su intentona por mantenerse en el poder y apoderarse de todas las instituciones.
No hay que olvidar que en las elecciones de 2006 y 2012, Dante y su partido abanderaron a Andrés Manuel López Obrador como candidato presidencial. Y aun cuando para 2018 se dio una aparente ruptura entre ambos y el ex gobernador veracruzano ha criticado fuertemente al presidente, en los hechos pareciera haber en realidad un pacto soterrado, cuya ganancia es la supervivencia de Movimiento Ciudadano, su acceso a más posiciones de poder y, por supuesto, el disfrute de las prerrogativas.
Sin embargo, el panorama está a punto de dar un vuelco. Este martes, el gobernador de Jalisco Enrique Alfaro, el primero en llegar a esa posición bajo los colores de Movimiento Ciudadano, prácticamente rompió con Dante Delgado al acusar imposiciones y decisiones equivocadas de las que, dijo, no está dispuesto a seguir participando.
“Yo ya no tengo interés de participar en un proyecto que no entiendo, que se construye de manera unilateral y que simple y sencillamente nos quiere someter a todos a la voluntad de quienes coordinan el partido a nivel nacional”, declaró Alfaro, quien es por mucho el activo político más importante de Movimiento
Ciudadano de todo el país, tan solo por lo que representa el estado de Jalisco en términos de padrón y estructura electoral.
Afirmó que “no hay claridad de lo que se está haciendo y se están cometiendo errores muy graves”, por lo que de plano se deslindó de MC y de Dante. “Que cada quien asuma su responsabilidad, yo no seré parte de estas decisiones”, sentenció.
Perder el estado de Jalisco sería letal para Movimiento Ciudadano, pues aunque gobierna también una entidad próspera en recursos como Nuevo León, en términos de militancia, padrón electoral y estructura política no pinta frente a Jalisco. Además de que el gobernador neoleonés, Samuel García, ganó su elección prácticamente como el “burro que tocó la flauta”. Casi por casualidad.
El emecismo jalisciense ya había puesto sobre la mesa la posibilidad de al menos discutir su incorporación al bloque opositor, en el que participan PAN y PRD junto con el PRI no porque compartan algo en lo ideológico o se caigan muy bien, sino por mero pragmatismo –en lo que Dante es un maestro- para poder hacer frente al morenato y la elección de Estado que se avecina.
Dante Delgado ha permanecido impasible ante esos llamados y se aferra a no entablar alianza alguna. En una de ésas, termina hasta sin partido.
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